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jueves, 31 de marzo de 2011


Matutina - Abril 2011


Aqui pueden estudiar la Matutina.
Plenitud en Cristo, Ptr. Alejandro Bullon

“MI PAZ OS DOY”

1º de abril

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No
se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Juan 14:27.
Anochece. Siempre anochece. El sol puede brillar en todo su esplendor,
pero eso no signifi ca que el día será eterno. En este mundo, la noche
llega más tarde o más temprano. Las sombras vienen y, con ellas, muchas
veces, vienen también las inseguridades y los miedos. Es la ley de la vida: hay
día, pero también hay noche.
Aquella noche, sin embargo, en la vida de Casiano, era la más terrible.
Su hogar había sido destruido por una insensatez suya. El peso de la culpa
lo abrumaba; golpeaba su cabeza como un martillo. Lo atormentaba, y lo
crucifi caba en el madero de sus errores. Cómo hubiese querido volver a ser
niño, despreocupado con la vida, ajeno a los problemas de los adultos. Un
niño cansado de correr por los campos verdes de su tierra, que dormía en
paz cuando la noche llegaba.
¿Paz? ¡Hace mucho tiempo ignoraba lo que era paz! Pero, ¡cómo son las
ironías de la vida! Acababa de regresar de una misión de paz, en un país ex-
tranjero. Él, buscando paz para los demás cuando, en lo recóndito de su ser,
no sabía lo que era eso.
Hundido en su mundo de dolor y remordimiento, una noche se detuvo
en un programa de televisión. Allí se hablaba del maravilloso amor de Jesu-
cristo. No le prestó atención, al principio. Pero, a medida que el pensamiento
del presentador avanzaba, despertó su interés.
El hombre de traje oscuro y voz suave, hablaba de paz. No se refería a una
paz pasajera, humana. No hablaba de un acuerdo de concordia entre seres
humanos; hablaba de un sentimiento de quietud y bonanza que se apodera
del corazón, a pesar de las circunstancias terribles que la vida presenta.
Casiano anheló esa paz para él. Con asombro, veía describir la historia de
su vida; sus encuentros y desencuentros; sus noches de amargura, sin poder
dormir.
Repentinamente los ojos del presentador se fi jaron en los suyos. “¿Adón-
de irás”, le preguntó, “si no vienes a Jesús?” Casiano no lo pensó dos veces. Se
aproximó a la televisión, y cayó arrodillado, entregando el corazón a Jesús.
Ya pasaron más de veinte años desde aquel día. Hoy, Casiano sabe, por
experiencia propia, lo que Jesús quiso decir al anunciar: “La paz os dejo, mi
paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro cora-
zón, ni tenga miedo”.



2 de abril


VOLVERÁS A DARME VIDA

Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males,
volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la
tierra. Aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme.
Salmo 71:20, 21.
P ocos sufrieron tanto en la vida como David. Fue golpeado de todos los
ángulos. Sus mejores amigos lo traicionaron; el hijo amado ambiciona-
ba su trono, y fue desleal con él. Luchó contra tendencias que lo llevaban ha-
cia el mal. Anduvo errante por los desiertos, durmiendo en cuevas y, muchas
veces, comiendo del favor de los otros. ¿Puede existir una vida más llena de
angustias y de contrariedades?
Sin embargo, atravesando una de esas circunstancias difíciles, David es-
cribió el salmo 71, y afi rmó: “Sé que me levantarás de los abismos de la
tierra”.
Nada está perdido para los que confían en el Señor. Las circunstancias
que te rodean pueden ser, en este momento, de las más tenebrosas. Desde el
punto de vista humano, puede parecer que las cosas escaparon de tu control;
pero, para aquellos que confían en el Señor, nada está perdido, porque tie-
nen la seguridad de que Dios los sacará de los abismos de la tierra.
Paola llegó, un día, con su vida hecha pedazos. Estaba embarazada, a los
18 años, y no sabía qué camino seguir: sus padres la habían expulsado de la
casa, sus amigos le aconsejaban realizar un aborto y el novio no quería saber
más de ella.
Fue en esas circunstancias que asistió a una cruzada evangélica, y en-
tendió el plan maravilloso que Dios tenía para ella. Claro que ella no sabía.
Hasta aquel día, había vivido como si Dios no existiese; tenía la impresión de
que la religión era cosa para gente vieja. Pero, en el momento de dolor y de
desesperación, acudió a una iglesia y descubrió que nada está perdido para
los que confían en Dios.
Los años pasaron. Hoy, Paola está casada con un hombre cristiano, que
cuida de su hijito como si ambos fuesen los padres. Con la ayuda del esposo,
logró terminar sus estudios, y trabaja, como enfermera, en un gran hospital.
Emocionada, mira hacia atrás, y reconoce que realmente Dios la sacó de
los abismos de la tierra. Por eso, hoy, a despecho de las difi cultades que se
aglomeran delante de ti, confía en el Señor y di, como David: “Tú, que me
has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo
me levantarás de los abismos de la tierra. Aumentarás mi grandeza, y volve-
rás a consolarme”.



JUSTIFICADOS

3 de abril

Pues mucho más, estando ya justifi cados en su sangre, por él seremos
salvos de la ira. Romanos 5:9.
S umergida en un mar de culpa, Alejandra se recrimina por los errores pa-
sados. No es religiosa; tampoco conoce la Biblia ni acaricia inquietudes
espirituales. Pero, la culpa la asfi xia y la paraliza. Algo, dentro de ella, parece
condenarla a una vida de sufrimiento. De cierto modo, siente que merece las
adversidades que enfrenta.
El psicoanalista ha tratado de ayudarla a “justifi car” sus errores. Pero, por
más que racionaliza en torno de ellos, algo más fuerte que el “poder” de su
mente le dice que es culpable. Alejandra ignora que el ser humano nace con
complejo de culpa; “culpa existencial”, dirían los sicólogos.
No importa el nombre que se le dé. La naturaleza humana nace separada
de Dios y, lejos del Creador, no hay cómo ser feliz. A la joven dulce, de mira-
da penetrante y sonrisa melancólica, le llevó años descubrir el origen de su
angustia.
Una noche, hastiada de envenenarse con remedios para dormir, tomó en
consideración la Biblia.
La primera pregunta que surgió en su mente fue: “¿Puede un libro tan
antiguo satisfacer mis inquietudes?”. Había buscado respuestas en el enma-
rañado de sus ideas existencialistas; y no las había encontrado. Entonces,
llevada por el instinto de conservación, se respondió a sí misma, delante de
la Biblia: “Nada pierdo intentándolo”.
Ese fue el inicio de su recuperación. Leyendo el Libro sagrado, descubrió
que todos los seres humanos nacen condenados a muerte: “No hay justo, ni
aún uno”; “Todos pecamos y estamos destituidos de la gloria de Dios”.
Después de leer esto, entendió el origen de su estado depresivo. Sus som-
bras, entonces, se volvieron más densas; sus noches, más oscuras. Pero, al
continuar leyendo, descubrió el versículo de hoy.
Fue como si el sol iluminase de pronto su oscuridad. Aprendió a confi ar
en Jesús. Ella es pecadora, pero Jesús ha derramado su sangre para salvarla.
Ahora está justifi cada. Su vida de errores ha sido lavada por la sangre mara-
villosa de Jesús. La “ira” divina no será más un fantasma en su vida. No más
días de angustia; no más noches de insomnio. Ella cree. Y eso le es contado
por justicia.
Esa puede ser, también, tu realidad hoy, si recuerdas que: “Mucho más,
estando ya justifi cados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”.



4 de abril


CONSUELO

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de mi-
sericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas
nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar
a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación
con que nosotros somos consolados por Dios. 2 Corintios 1:3, 4.

E l dolor tiene un propósito. Siempre. Aunque no lo entiendas ahora;
aunque las lágrimas te impidan ver los brazos abiertos de Jesús. Dios
te consuela, para enseñarte a consolar. Fuiste colocado en este mundo con
el propósito de ser un agente de consolación. Las personas sufren; lloran; se
desesperan. No saben adónde ir en busca de ayuda. Y Dios te hizo un rayo de
esperanza entre las tinieblas del dolor ajeno.
Pero, nadie nace sabiendo consolar; necesitas prepararte en la escuela del
dolor. Es imposible entender el sufrimiento leyendo un libro o participando
de un seminario. La única forma de aprender es sufriendo; solo entiendes el
valor de una lágrima, llorando...
El versículo de hoy no dice que Dios te envía el sufrimiento; nada que te
cause dolor proviene de las manos de Dios. Él es el manantial solo de cosas
buenas. El problema es que vives en un mundo de dolor; el sufrimiento es la
ley de este mundo de pecado. Sufren los malos, y sufren también los buenos.
Dios, entonces, toma el dolor y lo transforma en un instrumento de en-
señanza. Viene y te consuela para que aprendas a consolar; después, te envía
a fi n de que seas un agente de consolación.
¿Cómo podrías consolar al padre que llora delante del cuerpo inerte del
hijo, muerto en un accidente de tránsito, si tú no hubieses pasado por un
momento tan doloroso como aquel?
¿Qué podrías decir a la mujer desesperada porque el esposo la abandonó,
si en algún momento no hubieses, también, tenido tus días de lágrimas y de
soledad?
Por eso, no desesperes si hoy el dolor tocó a la puerta de tu vida. Dios
está ahí, cerca de ti, consolándote, aunque no lo veas. Está ahí, enjugando tus
lágrimas, porque “él te consuela en todas tus tribulaciones, para que puedas
también tú consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de
la consolación con que eres consolado por Dios”.







¡HIJOS!

5 de abril

Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de
Dios por medio de Cristo. Gálatas 4:7.
L a mente pecaminosa del ser humano ha desfi gurado el carácter divino.
La tradición le ha hecho creer que Dios es un ser de rostro serio y ceño
fruncido, sentado en su trono de santidad con una vara en la mano, vigilan-
do y esperando obediencia estricta de sus vasallos.
“Inclínate delante de él, como el esclavo delante de su señor”, le ha orde-
nado durante siglos. Y el ser humano lo ha creído, y ha vivido con miedo de
Dios. Ha tratado de aplacar la ira de su “señor” con penitencias, peregrina-
ciones y sacrifi cios. Se ha arrastrado delante de él, como criatura indigna. Ha
cargado el fardo horrible de la religiosidad desprovista de gracia.
Lo peor que el pecado consiguió fue desfi gurar el amor divino; presen-
tarte a Dios como un ser rencoroso y vengativo. Te hace huir, esconderte,
anularte; como Adán y Eva en el Jardín del Edén después del pecado. Deses-
perados, vacíos, desnudos y ridículos; e intentando cubrir su desnudez con
miserables hojas de higuera. Aquella triste tarde, Dios se presentó en el Jar-
dín buscando al hijo amado, pero el pecado gritaba a los oídos de este: “No
eres hijo, eres esclavo”.
Tal vez, sí; seguramente que sí. Pero, no esclavo de Dios: esclavo del ene-
migo de Dios. Castigado impiadosamente por el peor verdugo que alguien
pueda tener: la conciencia tergiversada por el pecado.
El versículo de hoy, sin embargo, trae la más extraordinaria noticia que
alguien pudiera recibir: ya no eres esclavo de nadie; no necesitas serlo: el
Señor Jesús pagó el precio de tu rescate. Si crees en la promesa divina, pa-
sas a ser hijo, heredero de la promesa. Tus culpas han sido perdonadas; no
necesitas vivir huyendo ni escondiéndote. El Señor Jesús te da el derecho de
reclamar la promesa y de vivir como hijo del Rey, príncipe en el vasto uni-
verso de Dios.
Por eso, hoy, ¡yergue la cabeza! Deja que el Sol de justicia ilumine la pe-
numbra de tu ser. No tienes que vivir como si le debieses algo a la vida; no
existe motivo para que te sientas esclavo. El Señor Jesús cargó el peso de tu
culpa en el Calvario y te libertó. “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si
hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”.







6 de abril


¿CAUSA O CONSECUENCIA?

Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de
un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con
vosotros. 2 Corintios 13:11.
D a la impresión de que el consejo de Pablo a los corintios presenta cier-
tas condiciones a fi n de recibir el amor de Dios. Las condiciones serían:
“Tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir y vivid en
paz”. Si hiciereis esto, entonces, “el Dios de paz y de amor, estará con voso-
tros”.
La pregunta que surge de manera natural es: si podemos vivir una vida
“maravillosa” sin Dios, ¿para qué necesitamos de él? El aparente problema se
resuelve al analizar la preposición “Y”. En griego, es kaí. Puede ser traducida
como “Y”, pero también signifi ca “realmente” o “en verdad”.
El texto reza, literalmente: “Por lo demás, tened gozo, perfeccionaos,
consolaos, sed de un mismo sentir, vivid en paz, y en verdad, el Dios de paz
y de amor estará en vosotros”. Quiere decir, la evidencia de que Dios está en
ti es los frutos del amor.
Tú puedes pasar por la vida tratando de ser bueno, comprensivo, altruista
y pacifi cador; pero, si no tienes al Dios de amor en tu corazón, esas virtudes
serán frutos de plástico, productos de tus propias manos, artifi ciales y huecos.
Nadie es bueno porque sabe que debe ser bueno; el cambio de carácter no de-
pende de la información; no es fruto del esfuerzo humano. Proviene de Dios,
manantial de pensamientos, sentimientos y acciones puros.
El cementerio de las buenas intenciones es la disciplina humana. El do-
minio propio y la fuerza de voluntad solo te conducen al fracaso y a la frus-
tración; sirven apenas para disfrazar, y engañar a los demás. Peor, acaban
engañándote a ti mismo.
¿Quieres ser genuino? ¿Deseas vivir la vida victoriosa de verdad? ¿Aquella
que no necesita de barniz? ¿Anhelas la autenticidad del ser? Ve a Jesús, lle-
vándole tu insufi ciencia, y dile: “Señor, te necesito en mi vida. Sin ti, no soy
nada. Ven, y crea en mí un nuevo corazón.
No te olvides: “Por lo demás, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed
de un mismo sentir, vivid en paz, y en verdad, el Dios de paz y de amor estará
en vosotros”.






7 de abril
¿DÓNDE ESTÁ TU ESPERANZA?
A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la espe-
ranza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que
nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
1 Timoteo 6:17.
A travieso los cielos de América en el vuelo 4352 de American Eagle. El
horizonte, azul e infi nito, me habla del poder de Dios; de su permanen-
cia y eternidad. Mis ojos se pierden en la inmensidad de un Dios vivo.
Abajo, en la tierra, las cosas andan mal. Mientras los candidatos a la pre-
sidencia de los Estados Unidos prometen sacar al país de una de las mayores
crisis fi nancieras de su historia, hay gente que llora y se desespera, frente a la
caída vertiginosa de las bolsas.
Depositaron su “esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas”, indi-
ca el versículo de hoy. Inciertas, como las nubes llevadas por el viento; como
la garúa, que hoy es y mañana deja de ser. Como el canto del cisne, que suena
bello y repentinamente se hace silencio de muerte.
No habrá mañana para mucha gente; el sol no brillará ni el oro relucirá.
Los números, que brillaban, alucinantes, en la pantalla de la computadora,
traerán el recuerdo de la ilusión perdida. Quién sabe, entonces se acuerden
del “Dios vivo que nos da todas las cosas en abundancia para que las dis-
frutemos”. A veces, Dios permite que nos frustremos con la fugacidad de
nuestros planes; con la superfi cialidad de nuestros sueños. Con frecuencia,
él permite que andemos nuestros propios caminos, con la intención de en-
señarnos el dolor que nos conduce de regreso a la única Fuente de seguridad
y permanencia.
Nunca es tarde para aprender; los sueños destruidos representan el ama-
necer de un nuevo día, cuando Dios está presente. Nada llegó a su fi nal cuan-
do el Dios eterno, que no conoce fi n, asume el control de la vida.
Por eso hoy, a pesar de tus frustraciones, a despecho de tus derrotas, alza
los ojos al Cielo, y contempla la benignidad y la misericordia de un Dios que
se preocupa por ti y está siempre con los brazos abiertos, listo a correr en tu
auxilio.
No salgas hoy, a enfrentar una nueva batalla de la vida, sin la seguridad
de que tu confi anza está depositada en “el Dios vivo, que nos da todas las
cosas en abundancia para que las disfrutemos”.





8 de abril


¿DOCTRINA?

Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no
tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al
Padre y al Hijo. 2 Juan 1:9.

A maba de una forma extraña. Sin amor. Lo que llamaba amor era hueco;
campana sin sonido; melodía sin música. “Amo a Jesús”, decía, “pero no
me gusta la doctrina”.
Lo miré, y lo admiré. Joven brillante; ojos vivaces y sonrisa auténtica. Yo
también, en mi juventud, me sentí tentado a separar a Jesús de su doctrina.
La vida, instrumento divino de enseñanza, me fue diciendo, al oído, con el
tiempo: ¿Qué locura es esa? ¿Cómo intentas disociar a Jesús?
La palabra “doctrina”, en el original griego, es didaké; signifi ca enseñanza.
La enseñanza divina es el camino; sin camino, estás perdido. Jesús enseñó,
en cierta oportunidad: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al
Padre sino por mí”.
No existe separación entre Jesús y su doctrina. Él es la doctrina; él es el
camino hacia el Padre. Es por eso que la persona que se extravía de la doctri-
na “no tiene a Dios”.
Extraviarse es perderse; en el griego, parabaíno. Signifi ca escoger su pro-
pio camino, apartarse, caminar al lado del camino correcto. Seguir los ins-
tintos del loco corazón, que lleva a la autodestrucción.
El cristianismo moderno se ve tentado a pensar que amar a Jesús es,
simplemente, un asunto de emoción; basta cerrar los ojos, cantar y levantar
las manos. Al terminar la emoción y el éxtasis, continúo mi propio rumbo;
como si Jesús no existiese.
El cristianismo auténtico no está desprovisto de emoción; pero es más.
Es caminar en Jesús y vivir su doctrina. Vivir la doctrina es vivir en Jesús.
Me llevó tiempo explicarle. Pero, teníamos una hora y media de viaje
hasta llegar a nuestro destino; tiempo sufi ciente para comprobar que la au-
tenticidad de su sonrisa era el refl ejo de un corazón sincero.
Tú eres lo más precioso que Jesús tiene en este mundo. Lo que él más
anhela es verte feliz; por eso te muestra el camino. El camino es su doctrina.
No inicies este nuevo día sin proponerte andar en el camino que te lleva-
rá al puerto de tus sueños. “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la
doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo,
ése sí tiene al Padre y al Hijo”.





AVARICIA, ¿PARA QUÉ?

9 de abril

Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis
ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré. Hebreos 13:5.
–N o me duele mi fealdad, sino la belleza de las otras chicas.
La frase brota de Elisa, rasgando la garganta. Hay amargura en el
tono de su voz; una nube que empaña el brillo de sus ojos. No es tristeza;
es rabia reprimida, en contra de la vida y de las injusticias de la naturaleza.
Personalmente, creo que no es fea, como ella piensa. Si se arreglase me-
jor, permitiría abrir la bella fl or que yace, adormecida, dentro de ella. Si co-
locase un poco de alegría a su vida, la sonrisa, escondida, aparecería como el
arco iris después de que la tormenta acaba.
Pero, Elisa no quiere aceptar la realidad; se rehúsa a convivir con ella.
En vez de mirar hacia las cosas buenas que recibió de Dios, ha hecho de la
codicia por lo que los otros tienen y ella no, su afán cotidiano.
El problema de esta joven es la belleza. Pero, la codicia no tiene que ver
solo con estética. Hay gente infeliz porque quisiera tener el automóvil del
vecino, o la casa del amigo o el sueldo del jefe.
Al codicioso no le duele su necesidad; lo irrita lo que los demás tienen. Es
un desvío de conducta que anula los sueños y el deseo de luchar. Sus ideales
son envueltos por el manto triste de las lamentaciones.
El consejo de Pablo, en el versículo de hoy, es: “Vive contento con lo que
tienes ahora”. ¿Por qué “ahora”? Porque, si eres agradecido a Dios por lo que
tienes en este momento, te colocas en condiciones de recibir más, en el futu-
ro. Dios te da poco, para ver qué es lo que harás con lo poco que recibiste. Si
malgastas el tiempo lamentándote porque no posees lo que el otro recibió,
te incapacitas de recibir más.
Mira hacia delante. Administra lo que tienes en las manos; sé feliz con
lo que recibiste hoy. Y prepárate para las grandes cosas que el Señor desea
concederte.
Parte para la batalla de este día dispuesto a usar lo poco o lo mucho que
tienes de la mejor manera. Para gloria de Dios y en benefi cio de la humani-
dad. El resultado será tu propia felicidad.
Recuerda: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que
tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”.







10 de abril


NADA
Porque nada hemos traído a este mundo,
y sin duda nada podremos sacar. 1 Timoteo 6:7.

E l reloj marcaba las 2:17 de la mañana, en uno de los más grandes y famo-
sos casinos de Las Vegas. La pequeña multitud allí reunida aguardaba,
ansiosa, el resultado fi nal.
Paul Estgate, un joven dinamarqués de 22 años, moreno, de cabellos on-
dulados, miró hacia todos los lados; respiró hondo; colocó la última carta
sobre la mesa... y profi rió el grito de victoria. ¡Acababa de ganar 9,15 millo-
nes de dólares, en el campeonato mundial de póker! Sucedió esta madru-
gada, mientras en Santa fe, capital del estado de Nuevo Méjico, nevaba con
sutileza.
Con la vista perdida a través de mi ventana contemplo el paisaje de una
mañana típica de invierno, y pienso en Paul, el nuevo millonario.
“Nada hemos traído a este mundo”, dice Pablo. ¡Cuánta fi losofía en pocas
palabras! Pero, aunque Paul nada trajo, en estos momentos es dueño de una
pequeña fortuna; nueve millones son nueve millones... Supongo que él ga-
nará mucho más a lo largo de la vida. A fi n de cuentas, es joven y tiene todos
los años por delante. Sin embargo, un día, como todos los mortales, dejará
también de existir. Y ese día, afi rma Pablo, nada podrá sacar.
Sin considerar la manera en que el joven dinamarqués ganó ese dinero,
me impresiona saber que Pablo dice esto a otro joven. Timoteo, en aquel
tiempo, estaba comenzando la carrera de su vida. Tenía mucho que apren-
der, y el anciano apóstol lo induce a pensar en la oportunidad valiosa que
signifi ca el corto período de existencia que permaneceremos en esta tierra.
¿Cuál es la meta de tu vida? ¿Hacer dinero, lograr fama y conquistar
poder? ¿Acumular riquezas y posesiones; construir imperios y mansiones?
¿Dónde quedan las personas que amas, mientras corres obsesionado detrás
de lo que estableciste como el blanco de tu vida?
El mensaje central de hoy es que, tal vez, no sea tan valioso correr bus-
cando simplemente cosas. Al concluir la vida, nada llevarás. Quién sabe, lo
único que haya realmente valido sea los momentos que viviste al lado de las
personas queridas que te rodearon.
Empieza este nuevo día corriendo detrás de tus ideales. El Señor Jesús
está a tu lado; no temas a nada. Pero, no te olvides de que “nada hemos traí-
do a este mundo, y sin duda nada podremos sacar”.





ANDAR

11 de abril

Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo,
llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de
Dios. Colosenses 1:10.


C amino por las calles del recuerdo. Recuerdos imprecisos, que se escon-
den en el tiempo. Escucho ruidos extraños. Gritos de agonía que sobre-
viven. Llantos de vida, que languidecen...
La ciudad de mis recuerdos parece indiferente, ciega; como si no qui-
siese ver nada ni percibir mi búsqueda insistente. Recuerdo mis derrotas,
mis frustradas intenciones de agradar a Dios... Y los altos edifi cios parecen
sonreírme, compasivos. Mis intenciones son efímeras como el día; pasajeras
como la nube. Nada logro.
En las calles congestionadas de mi juventud, soy apenas eso: una sombra
imprecisa y tambaleante, deformada, a veces, por las luces de los autos. Hasta
el momento de mi encuentro con Jesús; entonces cobro forma; descubro el
rumbo de mi existencia. Y mi camino se ilumina. Ya no tambaleo ni camino
en zigzag. Mis pasos son fi rmes y mis pies, seguros. Finalmente, he aprendi-
do a andar. El versículo de hoy habla de la vida cristiana como de un proceso
de crecimiento. Vivir es andar; andar es crecer. Crecer, avanzar.
El error de mi juventud fue andar solo. Me perdía en la arena movediza
de mis fracasos. Intenciones frustradas golpeaban mis noches. No había es-
trellas en mi cielo hasta entender que, sin Jesús, no hay cristianismo. Él es la
esencia de la vida; la propia vida, la vida abundante.
Jamás podré expresar mis GRACIAS con palabras. La eternidad no bas-
tará para alabar al que un día me encontró caído, me extendió la mano y me
levantó.
¡No luches en soledad! No pierdas el tiempo creyendo que vivir el cristia-
nismo es una misión imposible. No lo es.
Intentarlo solo sí, es vivir y fracasar; buscar y no encontrar; reír y no ser
feliz. Hasta descubrir que, con Jesús, la vida es andar y avanzar. Paso a paso.
Crecer y vislumbrar un futuro radiante, iluminado de vida eterna.
Por eso, hoy, no salgas de casa sin la certidumbre de que el Señor del
cristianismo te toma de la mano y camina contigo. Necesitas hacerlo, “para
que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en
toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”.





12 de abril


EN POS DE MÍ

Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió
ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descenden-
cia la tendrá en posesión. Números 14:24.

L a recompensa de Caleb no fue resultado de su espíritu aguerrido. Su
espíritu aguerrido fue el resultado de haber seguido a Dios. El texto dice
que “en él hubo otro espíritu y decidió ir en pos de mí”. Al referirnos a Caleb,
generalmente nos concentramos en las características de liderazgo que él
demostró tener a lo largo de su vida. Ya he oído exposiciones de autoayuda,
mencionando a Caleb como ejemplo del hombre vencedor.
Pero, pocas veces oí a alguien destacar la verdadera causa de las carac-
terísticas positivas de su personalidad. Él decidió ir en pos de Dios, escogió
servirlo, vivir con el Señor. Esta es la más sabia decisión que algún ser huma-
no pudiera tomar. El resultado de esa decisión fue que él y sus descendientes
disfrutaron de las bendiciones de la Tierra Prometida.
Es triste ver que los seres humanos buscamos desesperadamente las ben-
diciones. Todos corremos en pos de los propios sueños y realizaciones; todos
luchamos por un “pedazo de tierra bajo el sol”. Pero, pocos deciden seguir a
Dios y prestar oídos a sus enseñanzas.
¿Cómo ir en pos de Dios, en nuestros días? Separando diariamente un
tiempo para estudiar la Biblia y orar. El estudio de la Biblia no es un deber
del cristiano; es el secreto de la vida victoriosa. Resulta alarmante cómo, a
veces, estamos dispuestos a pagar una alta suma de dinero con el fi n de asis-
tir a un seminario de autoayuda, cuando todo lo que se enseña allí está en la
Palabra de Dios, y no tienes que pagar nada por eso.
Busca al Señor todos los días. Deja que él entre en tu vida. Resérvale un
lugar en tu agenda. Conversa con él. Cuéntale de tus necesidades y ansieda-
des. Pídele orientación y consejo, por medio de la lectura de la Biblia. Y verás
cómo tendrás otra visión de la vida y de los problemas. Estos seguirán allí,
pero tú no serás el mismo. Dios estará contigo, y en su nombre serás capaz
de atravesar los mares rojos de la vida, cerrarás la boca de los leones que te
quieren devorar. La antorcha de la Presencia divina te acompañará de noche,
y durante el día vivirás a la sombra del Omnipotente.
Haz de este un día de compañerismo especial con Jesús, y recuerda lo que
Dios anunció: “Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu,
y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descen-
dencia la tendrá en posesión”.




¡LEVÁNTATE!

13 de abril

Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su
camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque
Jehová sostiene su mano. Salmo 37:23, 24.


I saías es un joven cristiano. Aprendió a depositar su confi anza en Dios
desde niño, y las cosas siempre le fueron bien. Hace cinco años, inició un
negocio. Iba viento en popa. Lamentablemente, quiso dar el paso más largo
que las piernas, y hoy la empresa está hundida en un mar de deudas.
El joven empresario entró en pánico. Se desesperó y, arrodillado, pregun-
tó a Dios: “¿Por qué permitiste todo esto, si yo siempre te coloqué a ti en el
control de mi empresa?”
Isaías necesitaba entender el texto de hoy. ¿Qué sucede cuando el ser hu-
mano permite que Dios ordene su camino? La vida es una experiencia de
crecimiento y de prosperidad. La palabra hebrea traducida como “ordenar”
es kuwn, que signifi ca afi rmar, dar seguridad, establecer. ¿No es eso lo que
toda empresa necesita para dar resultado?
Cuando tus pies vacilan caminas con timidez; tienes miedo de arriesgar,
no te atreves a avanzar. ¿Qué te falta? ¡Que Dios establezca tus pasos, que dé
fi rmeza a tus pies!
Conozco gente inteligente, capaz, luchadora y tenaz, que no prospera.
Cualquier iniciativa termina en frustración. Entonces culpa a los demás y, si
no encuentra a otros para culpar, transfi ere la causa de su fracaso a la “mala
suerte” o al “destino”.
Por otro lado, el hecho de que Dios ordene tus pasos, como es el caso
de Isaías, ¿quiere decir que estarás libre de difi cultades? ¡No! Vives en un
mundo de dolor y tristeza. Muchas veces, tus pies resbalarán; encontrarás
hoyos traicioneros en tu senda, trampas, lodo, y hasta arena movediza. Pero,
ahí entra la segunda parte del texto: “Cuando el hombre cayere, no quedará
postrado porque Jehová sostiene su mano”.
Esta es la fi gura del padre, que camina llevando a su hijo de la mano. Los
pies del niño pueden resbalar, tropezar, porque es niño; pero, mientras el
padre lo sostiene de la mano, el niño no queda caído.







14 de abril


¡CUIDADO!

Porque: el que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su len-
gua de mal, y sus labios no hablen engaño. 1 Pedro 3:10.
M e acuerdo de la segunda vez que nos vimos. De la primera, también.
Nos hablamos en el parque del colegio. Contamos nuestras historias,
y pensé que llegaríamos a ser grandes amigos.
Pero, la segunda vez quedó marcada en mi memoria para siempre. Me
contó una historia triste, me conmovió, y le di lo que tenía en el bolsillo: el
dinero que yo necesitaba para comprar un libro. Sin libro y sin dinero, fui a
la biblioteca y estudié allí. Me sentía bien, habiéndole hecho un favor a mi
amigo. Cualquier sacrifi cio valía. Lo había sacado de una situación difícil;
por lo menos, eso creía yo.
Al volver a casa, lo vi en la cantina, pagándole la cuenta a un grupo de
amigos, con mi dinero.
A partir de aquel día, él se distanció de mí. Nunca me dio una explica-
ción. Simplemente, se alejó, y jamás me devolvió el dinero.
¿Quién perdió y quién ganó? No fui ingenuo al creer en su historia; con-
fi é en él. Gané. Perdí el dinero, pero gané en experiencia. Aprendí a conocer
mejor al ser humano.
La vida pasó. Un día de esos, conversando con colegas de antaño, alguien
lo mencionó. Continúa con la misma actitud: tratando de engañar a todos
los que encuentra en su camino. Nada logró. Envejeció, sin pena ni gloria. La
vida se le fue, y jamás vio “días buenos”.
El apóstol Pedro habla, en el versículo de hoy, de la importancia de usar
la lengua para construir, y no para destruir. Se menciona de manera espe-
cífi ca la palabra “engaño”, como uno de los peores instrumentos del lengua-
je. Engaño, en el original griego, es dolos. Signifi ca decir cosas bonitas con la
intención de alcanzar propósitos malos.
Es el joven que se acerca a una chica para decirle que la ama cuando, en
realidad, solo desea pasar un buen momento con ella; es decir que estás en-
fermo para no trabajar, o hacer creer a los otros que pasas por un momento
difícil, con el fi n de lograr la conmiseración de las personas y alcanzar obje-
tivos cuestionables.
Pide hoy a Jesús que te ayude a utilizar bien el don de la palabra, “porque:
el que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus
labios no hablen engaño”.





POR SU MUERTE

15 de abril

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los
impíos. Romanos 5:6.
E l sonido de la explosión fue espantoso. Después vinieron gritos, horror
y sangre. El sargento Salzman miró a su alrededor... El peligro había pa-
sado. La explosión dejó cuatro soldados muertos; él estaba vivo pero, para
su desesperación, notó que su brazo derecho había desaparecido, y la sangre
brotaba como un chorro.
Semanas después, delante del espejo de pared del Centro Médico de la
Armada Americana Walter Reed, empezó a entender su realidad. Tendría
que aprender a vestirse, a lavarse los dientes y el rostro, con el brazo protético
que le acababan de colocar.
Tuvo ganas de llorar. No por causa de la prótesis; estaba vivo, y aquel
brazo lo había perdido luchando por su país, en la guerra de Irak. La vida, en
la forma que fuese, era motivo para agradecer a Dios.
¡Vale la pena vivir! Sin brazos o sin piernas. La vida continúa siendo vida
cuando la esperanza palpita en el corazón. Y la esperanza no es una actitud
mental. Conozco gente que, por más ejercicios de actitud mental que realice,
acaba en la locura, la desesperación y la muerte. No puede convivir con su
nueva realidad después de un accidente.
La auténtica fuente de esperanza es Jesús. Él te muestra una dimensión
desconocida de la vida. El texto de hoy manifi esta que cuando aún éramos
débiles, Jesús murió por nosotros. ¿Quiénes éramos nosotros? ¿Qué había-
mos hecho para merecer el sacrifi cio supremo de Jesús? Nada; éramos im-
píos, dice Pablo. Habíamos escogido nuestros propios caminos. Pero, Dios
nos amó al punto de entregar la vida preciosa de su Hijo, por salvarnos.
La salvación involucra una actitud mental vencedora, aun en medio de
las difi cultades y las adversidades. Puede no haber sol, pero la esperanza cris-
tiana te brinda la convicción de que el sol brilla por encima de las nubes.
Cristo asumió tu culpa. Pagó su precio en la cruz, y te confi rió el derecho
de mirar los horizontes infi nitos de una nueva vida, a pesar de la situación
en que te encuentres.
Comienza hoy un nuevo día sabiendo que lo que te resta de vida es la
oportunidad de escribir una nueva historia. Quita de tu cabeza la idea pe-
simista de que “ya nada volverá a ser como antes”; no necesita serlo: lo que
pasó, pasó. Atrévete a escribir una nueva historia, recordando siempre que
“Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos”.



16 de abril


SOLO UN NIÑO

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre
su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuer-
te, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Isaías 9:6.
F énix es tierra desértica; parece no tener vida. Pero, la gente habita en ella
como en cualquier otra ciudad del mundo. Las palmeras que la adornan
son la prueba más grande de que el ambiente puede ser hostil pero, si tus
raíces buscan el agua de la vida, no hay sol capaz de destruirte.
Fue en Fénix que conocí a Esteban. Semidestruido, sin ganas de vivir.
Demasiado joven para creer que había llegado al fi n de la línea; treinta años.
¡Quisiera yo tenerlos, para hacer tantas cosas que nunca salieron del mundo
de mis sueños!
¡Sueños! Esteban no los tenía; creo que nunca los tuvo. Había crecido en
un ambiente hostil, cruel, injusto. Maltratado desde pequeño por el padras-
tro, pensaba que sobrevivir ya era bastante. Pero, sufría; no era feliz. Nadie
puede serlo, con el potencial escondido en lo recóndito del alma. Tenía alas
y no volaba. Entonces, las alas lo estorbaban.
–El mundo no necesita de mí –se quejó–. Creo que, si hoy desapareciese,
nadie sentiría mi ausencia. No soy nada. Ni siquiera terminé mis estudios.
Los cinco nombres de Jesús que el texto de hoy presenta y expresan su
sabiduría, grandeza, poder y eternidad. ¡Atributos extraordinarios! Y todo
eso nos fue dado en la persona de un niño.
¿Puede haber algo más simple, pequeño, insignifi cante y dependiente
que un niño? Así son las cosas en el Reino de Dios. Todo nace pequeño,
aparentemente insignifi cante. Pero trae, dentro de sí, un potencial de pro-
porciones gigantescas. Nace para ser grande, trascendental y signifi cativo.
Esteban vivía más preocupado con lo que no era que con lo que podía
llegar a ser si colocaba su vida en las manos de Jesús. Ignoraba que Dios es el
Dios de las cosas pequeñas que se hacen grandes.
Una simple vara, en la mano de Moisés, abrió el Mar Rojo. Una semilla
de mostaza se transforma en árbol; en sus ramas, las aves del cielo hacen
sus nidos. Un poco de sal transforma el sabor de la comida. Una cantidad
insignifi cante de levadura modifi ca la estructura de la masa. Cinco panes y
dos pequeños pececillos alimentan una multitud hambrienta.
¿Por qué no podría tomar la vida de un joven de treinta años y sacudir al
mundo?
En el nombre de Dios, ¡despierta, Esteban, o como te llames! Y recuerda
que “un niño nos es nacido y su nombre será Admirable”.


RECOMPENSA

17 de abril

Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría
solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su
recompensa. Mateo 10:42.
S oledad, miedo y muerte. Las tres fi guras patéticas y sin forma defi nida, que
siempre lo persiguieron, bailaban frente a él. La danza sinuosa y envolvente
de la soledad se acercaba, como felino al acecho. El ruido estrepitoso del miedo
lo asustaba terriblemente. Y la voz chillona del teléfono, que llamaba sin cesar,
le pareció la risa de la muerte.
Miró hacia todos los lados. Nada halló; solo su terrible soledad, la angustia
de su miedo y la proximidad de su muerte. Agonizaba. A su lado, el frasco va-
cío de barbitúricos completaba el cuadro macabro, mientras el teléfono seguía
sonando con insistencia.
Rita, la vecina de enfrente, lo había visto deprimido como nunca, aquella
tarde.
–Creo que la única salida para mí es la muerte –le había dicho Piero, al
despedirse.
Por eso, ella se propuso llamarlo de hora en hora.
El hombre calmo, de mediana edad y canas prematuras, le respondió dos
veces. Había un lamento de dolor del alma en su voz. La tercera, no respondió.
Rita insistió. Su instinto de mujer le decía que aquel hombre corría peligro y
necesitaba de ayuda. No era de pan ni de ropa; era de ánimo, de una palabra
de apoyo, de un hombro amigo.
Al ver que el hombre no respondía, Rita llamó a la policía y corrió a la casa
de Piero. Empujaron la puerta, y lo encontraron en el piso de la sala, gimiendo
y esperando el minuto fatal. El “vaso de agua fría” que Rita ofreció aquel día a
un vecino deprimido fue su gesto de preocupación por un alma herida.
Todos los días, en todos los lugares, hay gente necesitada de amor; gente
que vive el drama de la soledad y huye de sí misma. Nada cuesta detenerse,
escuchar un poco, intentar entender el dolor ajeno y extender la mano.
Hoy es un día que podrías usar para mirar más allá de tus propios proble-
mas. Es verdad que puedes estar viviendo el momento más difícil de tu his-
toria, pero es verdad, también, que siempre existe, cerca de ti, gente que sufre
más.
Haz de hoy un día de amor práctico. Ofrece un vaso de agua al cansado
peregrino, porque: “Cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de
agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá
su recompensa”.


18 de abril
QUE NO SE APAGUE EL FUEGO
El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará.
Levítico 6:13.
C onocí a Carmorina cuando ella estaba en la plenitud de la vida. La co-
nocí en Belo Horizonte, a donde había emigrado huyendo de la guerra
civil que destruyó su país.
Años después, mientras yo realizaba una cruzada de evangelización en
Lisboa, alguien me dijo que, en una clínica de reposo para personas de edad,
había una anciana que aseguraba conocerme personalmente. Nadie le creía.
Mi esposa y yo nos dirigimos hacia aquella casa. Un aire de melancolía
dominaba el ambiente. La vida casi se había ido para aquellas personas; se
estaba yendo irreversiblemente, a pasos rápidos, como se va el sol cuando
termina el día.
La vimos en una silla de ruedas. Los años habían dejado huellas pro-
fundas en el cuerpo y en el alma de nuestra amiga. No coordinaba bien sus
ideas pero, al vernos, dio un grito de emoción, y dirigiéndose a los demás
ancianos, les recriminó: “¿No les dije? ¡Yo conozco personalmente al pastor
Bullón!”.
Después, abrió su Biblia, y me mostró una foto que nos tomamos cuan-
do estábamos en la Rep. del Brasil. Ella no se había olvidado de mí; me veía
todos los días, al abrir su Biblia.
En la vida cristiana sucede igual. El fuego del altar de Israel no debería
apagarse nunca. ¿Por qué? El versículo 12 trae la respuesta: “El sacerdote
pondrá en él leña cada mañana”.
“Arder continuamente” es sinónimo de una vida constante. Todos los
días, cada mañana, cada hora, minuto a minuto, siempre. La intermitencia
es la peor enemiga de una vida emocional satisfactoria. Te lleva de un lado
a otro; tu corazón no es un altar sino un péndulo. No tienes paz, solo agita-
ción; nada te aquieta. Tus días son corridos y tus noches, vacías.
¿Qué te falta? Tener una experiencia continua. No dejar que el fuego del
Espíritu se apague en el altar de tu corazón. Poner leña en él, cada mañana.
Inténtalo hoy, y verás cómo tu día será lleno de realizaciones. Aprenderás
a ver belleza en los detalles insignifi cantes, y frente a los desafíos, por gigan-
tescos que parezcan, no te amedrentarás. En el nombre de Jesús, serás capaz
de enfrentar tormentas y huracanes, y saldrás victorioso.
Solo cuida para que “el fuego del altar de tu corazón arda continuamente”.




VUESTRO TESORO

19 de abril

Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Mateo 6:21.
¿E s posible amar la vida, enamorado de la muerte? Incoherentemente,
absurdo como parezca, sí, es posible. La existencia humana está tejida
de locuras desde la entrada del pecado. Como la vida de aquellas dos per-
sonas que caminan por senderos agrestes, sobre la piel del planeta. Son dos
almas tristes, que se extravían en la noche de su historia, acompañadas de
un recuerdo, de una lágrima que resbala por las arrugas del tiempo y de una
sonrisa negada.
Los dos extraños caminantes lamentan la vida perdida. Corrieron con
desesperación, buscando dinero. Creían que buscaban vida; con dinero, po-
drían poner “sabor” a las cosas. Y fueron solo cosas lo que hallaron. Pusieron
su corazón donde estaba su tesoro. Y su tesoro estaba en la tierra, donde las
cosas son pasajeras y fugaces. Donde nada dura.
Ahora es tarde. Es eso lo que ellos creen. Por eso caminan, con las manos
en los bolsillos vacíos. “Ahora es demasiado tarde”, gritan. Y sus gritos hacen
eco en las paredes de su propia conciencia.
Ignoran ellos que, para Jesús, nunca es tarde. Él está, todos los días y en
todos los momentos, tocando a la puerta; llamando con los brazos abiertos,
y esperando. Siempre esperando...
¿Cuál es el sentido de tu existencia? ¿Hacia dónde vas? ¿Adónde te diri-
ges? ¿Dónde está tu tesoro? Hoy puede ser un día de evaluación de tus prio-
ridades. La vida es corta; cuando menos lo esperas, te miras en el espejo de
la vida y te descubres viejo. La juventud se fue... Y ¿qué es lo que te quedó?
Coloca el corazón en las cosas de arriba, en las que no se ven. Lucha
por ellas. Aunque invisibles a los ojos físicos, son las que, al fi n de cuentas,
permanecerán cuando todo se haya perdido. No permitas que el brillo en-
gañoso de las cosas pasajeras te haga vivir solo para los valores terrenales,
olvidando que a tu lado hay gente, con sueños y con sentimientos.
Dos personas caminan por las carreteras sinuosas de la vida. Son dos
almas halladas por el maravilloso amor de Jesús. Tienen las manos en los
bolsillos vacíos; pero eso ya no importa: ¡encontraron a Jesús, y eso marca
toda la diferencia!
Disponte hoy a caminar en la dimensión de la fe, “porque donde esté
vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.




20 de abril


MUY PRONTO

Y el Dios de paz aplastará muy pronto a Satanás bajo vuestros pies.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.
Romanos 16:20.
E stoy en la playa. Es un día de mucho sol y, sin embargo, oscuro. ¿Con-
tradicción? ¡No! Nubes negras, preñadas de lluvia, anuncian tormenta.
A pesar de eso, el sol brilla, soberano, aunque todo esté oscuro aquí abajo.
Sentado a la orilla del mar, mientras el agua moja mis pies, pienso con
tristeza en la situación de horror y de muerte que vive el pueblo haitiano
después del terremoto. En medio a tanto dolor, no puede salir de mi mente
la imagen de la enfermera rescatada con vida después de cuatro días de ha-
ber estado enterrada bajo los escombros del hospital en el que trabaja. No
puedo olvidar el brillo de sus ojos negros cuando dijo, delante de las cámaras
de televisión: “Nada está perdido. Yo creo en Dios”.
Tu cielo, en este momento, puede parecer oscuro, cubierto de nubes
amedrentadoras; pero, si tu fe está depositada en el Dios todopoderoso de la
Biblia, el sol brillará, más tarde o más temprano.
Esa es la promesa de Pablo a los Romanos. El apóstol anuncia la derrota
completa del enemigo: “Satanás estará pronto bajo tus pies”. Es una promesa
divina, y Dios jamás deja de cumplir una promesa. Hoy, el enemigo puede
traer dolor a tu vida. En este momento, tal vez, las lágrimas no te permitan
ver al Señor Jesús a tu lado. Pero él está ahí.
La enfermera haitiana confía en Dios a pesar de que todo, a su regreso,
está destruido. El terremoto acabó con su casa, con sus muebles y hasta con
seres que ella ama. Pero no pudo acabar con su fe. Ella sabe que, detrás de las
nubes oscuras, brilla un sol esplendoroso.
A propósito, aquí en la playa el sol empieza a aparecer, lentamente. Y
eso me recuerda que las nubes siempre son pasajeras. Es solo un asunto de
tiempo y de paciencia. La tormenta jamás prevalece.
Parte hoy para enfrentar las luchas de un nuevo día, pero lleva contigo la
certidumbre de que los días que el enemigo tiene para continuar trayendo
dolor a tu vida están contados. Cuando el suelo tiembla bajo tus pies, levanta
los ojos. Dios está en el mismo lugar. Y, fi nalmente, “aplastará muy pronto
a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con
vosotros”.





¡AH, EL AMOR!

21 de abril

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es
jactancioso, no se envanece. 1 Corintios 13:4.
L a carta decía, entre otras cosas: “Quisiera no creer en Dios. Tal vez así, no
sufriría tanto; porque, si existe, jamás me perdonaría. Quizás ahora, en
este laberinto infernal en el que me encuentro, pueda volver a ser el ser que
soy y pocas veces he sido”.
El resto de la carta hablaba de una vida escabrosa, llena de remordimien-
to, deseo de venganza y desesperación.
“Si Dios existe, no me perdonaría”. Esta frase quedó golpeando mi mente
durante un buen rato. A lo largo de mi vida, he tenido mucha difi cultad
para convencer a las personas de que Dios las ama, a pesar de lo que hagan o
dejen de hacer.
El apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, defi ne el amor divino como
sufrido y benigno. La palabra griega traducida como sufrido es makrotomeo,
que literalmente signifi ca “perseverar y esperar pacientemente”.
La mente humana jamás entenderá el amor divino. El motivo es simple:
cada vez que piensa en el amor de Dios lo hace desde su perspectiva humana.
Y el amor humano, por más puro y sincero que parezca, está manchado por
el egoísmo, propio de la naturaleza pecaminosa,
El ser humano solo ama cuando puede recibir algo a cambio. Ama por
interés; por más dura que pueda parecer la idea. Por eso, le resulta difícil
creer que Dios lo ame sin esperar nada de retorno; ¡por el simple hecho de
amarlo! Pero, Pablo afi rma que el amor de Dios es paciente y sufrido.
Sufre al ver a sus hijos transitando los peligrosos caminos de la destruc-
ción; llora al ver a sus criaturas dirigiéndose temerariamente hacia la muer-
te; gime al ver a las familias destruidas, a los jóvenes en las drogas, a los
hombres y las mujeres hundiéndose en la arena movediza de sus propios
placeres.
¿Qué hacer? Los creó libres; con capacidad de escoger el bien o el mal, la
vida y la muerte. Solo le resta sufrir, esperando que el pecador oiga, un día, la
voz del Espíritu tocando a la puerta de su ser y anhelando que el hijo rebelde
abra los ojos, para ver el peligro del sendero escabroso que eligió.
Hoy es un día de decisiones. Dios te ama. Haz de este día un día de ale-
gría para Dios. Escoge la vida y camina con él. Y no lo olvides: “El amor es
sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no
se envanece”.




22 de abril


¿CUÁL ES TU DON?

Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y
hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en
todos, es el mismo. 1 Corintios 12:4, 6.
E l teatro en que Jerónimo se presentaría aquella noche estaba lleno. El hijo
volvía a casa; retornaba vencedor y famoso. Al contemplar la platea, divisó
rostros conocidos: amigos de la infancia, adultos que lo animaron a continuar
la carrera, gente querida, expectante y ansiosa por oír el concierto.
La felicidad del joven pianista habría sido completa si hubiese podido ver a
su padre. Lo buscó con la mirada por todas las butacas, y no lo vio. Sería mu-
cho desear. Él nunca había estado de acuerdo en que el hijo estudiase música.
“Te vas a morir de hambre”, le había dicho muchas veces; “tienes que ser
médico, como tu hermano”. Pero, Jerónimo nunca imaginó sus manos cortan-
do un cuerpo, aunque fuese para salvar vidas. Sus dedos, largos y delgados, se
deslizaban por las teclas del piano, arrancando notas capaces de emocionar a
los corazones más insensibles.
En pocos segundos, su mente viajó al momento triste de su partida, cuan-
do salió de su tierra natal en busca de sus sueños. Todavía recordaba, con do-
lor, las últimas palabras del padre: “Vas a volver, un día, derrotado y pobre”.
Sacudió la cabeza disimuladamente, se colocó frente al piano y empezó a
volar en las alas de la música, como si estuviese en medio de ángeles. Fue una
hora y media de suspiros, exclamaciones y aplausos. ¡Una noche de gloria, con
sabor especial de nostalgia!
De vuelta en el camerino, mientras se enjugaba el intenso sudor con un
pañuelo blanco, fue sorprendido por la voz del padre: “Perdón, Jerónimo. Vine
solo para pedirte perdón”. Como un relámpago se volteó. Allí, cerca de la corti-
na azul, el padre lo miraba, avergonzado y orgulloso. Avergonzado por el error
que cometiera; orgulloso del hijo que, a pesar de los obstáculos, se transforma-
ra en un vencedor.
Dios es un Dios de muchos colores y muchas formas; de melodías infi nitas
y variedades sin fi n. Dios es Dios. “Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es
el mismo”, dice Pablo. Trata de descubrir tu don, y respeta el don de los demás.
Nadie es mejor que nadie; todos somos necesarios en el jardín de Dios.
Por lo tanto, no te desanimes, a pesar de las difi cultades que la incompren-
sión humana pueda presentarte. Sigue el rumbo de tus sueños, seguro de que
“hay diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas en todos,
es el mismo”.




¡CONGRÉGATE!

23 de abril

Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos. Mateo 18:20.
L a mañana está fría aquí, en Santa fe. No me gusta esta época del año. Las
hojas secas, caídas en el suelo, me recuerdan las consecuencias tristes del
pecado. Hace rato que estoy aquí, tratando de desarrollar el pensamiento del
texto que tengo delante de mí. Oro a Dios, y nada viene a mi mente. Me pre-
ocupo. Falta poco tiempo para entregar este manuscrito, y no llegué siquiera
a la mitad del trabajo.
Súbitamente siento el frío helado de estas montañas acariciando mi ros-
tro, y empiezo a escribir. ¡Es maravilloso! Descubrir que soy un instrumento,
en las manos de Dios, para llevar una palabra de consuelo al joven herido, al
anciano triste y a la madre desesperada. Tener libertad, páginas en blanco, y
todas las palabras guardadas en un rincón del alma.
No lo sé; quizás estuvieron allí todo el tiempo, como en un nido acoge-
dor, y yo no lo percibía. Pero, aquí estoy, para decirte que la vida no puede
ser vivida aislada de las otras personas; que necesitas de los demás; que el
carbón, retirado del brasero, en poco tiempo pierde su calor y su brillo.
Cuando el Señor Jesucristo pronunció estas palabras, las dijo mientras
hablaba del tema del perdón. Inclusive, Pedro le preguntó: “¿Cuántas veces
perdonaré a mi hermano?” El Maestro estaba explicando a sus discípulos
lo difícil que resulta convivir con otras personas, a pesar de haber sido
convertidas.
Cada ser humano es diferente del otro; cada uno tiene una personalidad.
La creación divina es una acuarela viva: muchos colores, muchas formas,
variadas personalidades; un mundo vasto y diversifi cado. Es natural que
convivir con los demás no sea fácil, aun dentro de la iglesia.
A pesar de eso, fuimos creados con el fi n de vivir en permanente de-
pendencia unos de los otros, extendiéndonos la mano, perdonándonos y
aceptándonos con nuestras diferencias.
Nada es motivo para aislarse y vivir separado; mucho menos para decir
que porque alguien dijo algo que no te gustó debes abandonar la iglesia.
Revisa tu manera de pensar. Dios tiene su iglesia en esta tierra. Es como
un cuerpo: cada ser humano es un miembro, y el buen funcionamiento del
cuerpo depende de la salud de cada miembro.
Recuerda el consejo de Jesús: “Porque donde están dos o tres congrega-
dos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.




24 de abril


EN AQUEL TIEMPO

En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi, y nunca más me
llamarás Baali. Oseas 2:16.
N o sé por qué tenía la sensación de que aquella mañana sería especial
para mí. Aparentemente, era una como cualquier otra. Me levanté, de-
sayuné frutas y cereales; abrí la Biblia, y me puse a buscar un versículo que
tocase mi corazón, que hablase a mis necesidades y me ayudase a ser una
persona mejor.
Entonces, llamó mi atención este versículo. Aparentemente, nada decía.
Había dos palabras hebreas que parecían complicar el pensamiento. Pero, el
libro de Oseas es el libro de la gracia, y si este texto estaba allí, debía tener
algún mensaje especial.
“En aquel tiempo”, empieza diciendo Dios. El Señor se proyecta hacia
el futuro; a un tiempo en que, fi nalmente, sus hijos entenderían la esencia
del cristianismo. “Me llamarás Ishi y nunca más me llamarás Baali”. ¿Qué
signifi ca eso? En el original hebreo, Ishi es esposo, amado. Baali, señor, más
relacionado con el sentido de patrón.
Dios desea llevarte a vivir la maravillosa experiencia del amor. Él no
quiere que lo veas como un dios rígido, exigente, con una vara en la mano,
listo a castigar la desobediencia de sus vasallos. Dios desea que desarrolles,
con él, una experiencia de amor. Como la esposa lo hace con el esposo
Un día, en Jericó, vino a Jesús un joven angustiado, y le preguntó: “¿Qué
haré para tener la vida eterna?” La respuesta de Jesús tenía, como objetivo,
llevar a ese joven a la dimensión del amor. Obedecer por obedecer no tiene
valor, para los fi nes espirituales. La obediencia solo es válida cuando es la
expresión de un profundo amor por Jesús.
Por eso, él lo dejó todo allá, en el cielo, y vino a esta tierra a morir por ti.
Lo que más desea es conquistar tu corazón. Te ama. Y, cuando alguien ama a
una persona, no desea someterla a una vida de servidumbre y de miedo, sino
llevarla a pasear por los fl oridos jardines del amor.
¿Qué tipo de dios es el tuyo? ¿Baali, aquel que te observa con ojos vi-
gilantes, de capataz? ¿O Ishi, aquel que te ama y quiere que le entregues el
corazón?
No salgas de casa, hoy, sin repensar tu cristianismo. ¡Es hora de amar!
Cuando el amor de Jesús inunde tu corazón, verás qué fácil es llevar los fru-
tos del amor. La noche se hará día, y la tristeza, alegría.
“Aquel tiempo” es ahora. “En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás
Ishi, y nunca más me llamarás Baali”.



¡RECONCILIADOS!

25 de abril

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la
muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos
por su vida. Romanos 5:10, 11.

“¡E sta vida me mata! Me mata su absurdo; sí, el absurdo de la rutina
me aniquila silenciosamente. La rabia de ser todos los días yo, la
ofi cina, este maldito escritorio, el vértigo de los ventiladores, la soledad de
tantos rostros... todo me mata”.
Perla escribía esas palabras mientras rumiaba el dolor de su rutina diaria.
Se asfi xiaba de monotonía. Lloraba en silencio. Se sentía cansada de vivir, e
intentaba desahogar su espíritu garabateando la historia de su vida.
Todos los días, en todos los lugares, caminan Perlas, de muchas razas y de
muchos colores; idiomas diferentes, tamaños variados. No importa el país ni
la cultura. Son seres que sufren la agonía de estar vivos, sintiéndose muertos.
Ese es el estado diario de “enemigo”. Éramos enemigos, menciona Pablo;
vivíamos alejados de Dios, peleados, en situación de guerra. El ser humano,
reñido con Dios, no tiene manera de ser feliz. Carga un vacío existencial que
lo acompaña a todos lados, y le recuerda que es “enemigo”.
Todos, independientemente de lo que creamos o no, provenimos de las
manos del Creador, y solo seremos completos en él. La ausencia de Dios
causa, en la criatura, una sensación de rutina y de monotonía, la vida pierde
sentido, y el trabajo diario de vuelve enfadoso y cansador.
¿Para qué? Te preguntas, mientras tratas de cumplir obligaciones que
no te proporcionan satisfacción. Pero, el amor de Dios por ti se revela en el
hecho de que te reconcilió con él, al entregar al Señor Jesucristo para morir
por ti.
Ahora, reconciliados, exclama Pablo, seremos salvos. Salvos ¿de qué? Del
pecado. Pero, también del vacío, de la rutina agobiante, de la monotonía de
ir sin saber hacia dónde.
¡Despierta a la vida! Deja entrar la luz divina en tus días oscuros. Permite
que el Sol de justicia ilumine cada rincón de tu existencia, y parte hoy, para
el cumplimiento de tus deberes diarios, seguro de que, con Jesús, la vida se
transforma en una eterna primavera, llena de horizontes infi nitos.
Recuerda que “si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la
muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su
vida”.




26 de abril


RESISTIR

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir
en el día malo, y habiendo acabado todo, estar fi rmes. Efesios 6:13.
O ctavio me miraba con sus ojos entornados, de fracaso e impotencia.
Casi llegué a ver las telarañas que escondía en su mundo de frustra-
ciones. En esa mirada, no había alegría; solo pesimismo. Eran dos baúles de
promesas incumplidas.
He encontrado mucha gente como Octavio; para ellos, la victoria espi-
ritual es solo un sueño. Nadie diría que se conformaron con una vida fra-
casada; ¡no! Luchan y se esfuerzan. No aceptan ser esclavos de vicios y de
hábitos destructivos. Quieren proferir el grito de libertad; pero, cuanto más
se esfuerzan, menos logran.
El versículo de hoy enseña el secreto de la victoria. El apóstol desarrolla el
pensamiento a partir del versículo 10. Advierte que nuestra lucha no es con-
tra un ser humano, sino contra un ser espiritual maligno. Lo llama “Príncipe
de las tinieblas, en las regiones celestiales”.
Después, concluye: “Por tanto”; en otras palabras: “Ya que es así”. Ya que
el enemigo que enfrentas todos los días es un ser espiritual, toma la arma-
dura de Dios con el fi n de que puedas resistir en el día malo. No te atrevas a
luchar en solitario.
¿Sabes lo que es la “armadura de Dios”? El propio Dios, su compañeris-
mo diario, su Espíritu en ti. Aquí, volvemos al mismo punto: el cristianismo
es vida de compañerismo diario con Jesús. Vivir la vida normal, pero diri-
giendo los pensamientos hacia Jesús: al comprar un vestido; al ingresar en
un restaurante; en la escuela o en el lugar de trabajo. Tener siempre la con-
ciencia de que el Señor Jesucristo está a tu lado. Desde que amanece hasta
que anochece; en invierno o en verano. Cada instante.
Hoy puedes iniciar esta experiencia de comunión con Jesús. Si lo haces,
te sentirás más seguro ante las difi cultades y en la hora de la tentación. En
vez de concentrarte en ti mismo y tratar de ser un vencedor con tus propias
fuerzas, le contarás a tu amigo, al lado, lo que estas sintiendo; y, maravillosa-
mente, verás cómo desaparece la tentación y te vuelves victorioso.
“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en
el día malo, y habiendo acabado todo, estar fi rmes”.








FIDELIDAD

27 de abril

El que es fi el en lo muy poco, también en lo más es fi el; y el que en lo
muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Lucas 16:10.
N ando despierta sudoroso. La noche le ha parecido interminable. Los
vidrios de la ventana están húmedos, como su cuerpo, y el recuerdo de
sus sueños lo perturba.
Siempre le ocurre lo mismo. Últimamente, tiene la sensación de que las
cosas no andan bien; su mundo interior se desintegra. Trata de buscar la
razón en el archivo de su memoria, y no encuentra un motivo lógico para
sentirse de ese modo.
Pero, Nando conoce la razón. Intenta racionalizar su conducta; sin em-
bargo, su inconsciente no acepta sus argumentos. Viene informando un gas-
to que no realiza, y la empresa le paga por eso. Es una cantidad pequeña;
nadie, jamás, descubrirá lo que hace. Pero, a partir de aquel instante, siente
que las cosas no se ajustan dentro de él.
El versículo de hoy habla de la fi delidad en las cosas pequeñas. Detalles
diarios que nadie percibe; gotas insignifi cantes que caen de la canilla mal
cerrada y que, a fi n de mes, elevan la cuenta a una cifra escandalosa.
No te cuides solamente de los grandes errores. La vida está compuesta
de detalles. Son las partículas que componen la materia; diminutas células
que mantienen el cuerpo vivo. Al fi nal de la historia, muchos entenderán
que corrieron la carrera equivocada. Se cuidaron de las fi eras gigantescas, y
permitieron que bacterias insignifi cantes invadiesen su cuerpo.
Las pequeñas victorias te preparan para las grandes conquistas; las insig-
nifi cantes derrotas son la sábana que envuelve el cadáver del gigante venci-
do. Lo dijo el propio Señor Jesús.
Pide a Dios que te ayude a ser fi el en los detalles diarios. Apaga la luz que
no usas; guarda la tinta que sobró; cambia la lámpara intermitente; cierra la
puerta; arregla el techo que gotea... en fi n. Abre los ojos a las cosas pequeñas,
y espera la victoria en lo trascendental.
Haz de este día una jornada especial de detalles. Dale importancia a lo
común. Acaricia a las personas amadas, saluda al vecino, arregla la posición
del fl orero, ordena tu escritorio... Porque “el que es fi el en lo muy poco, tam-
bién en lo más es fi el; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más
es injusto”.





28 de abril


¡PRUEBAS, PRUEBAS!
Hermanos míos, tened por sumo gozo

cuando os halléis en diversas pruebas. Santiago 1:2.
H acía algunos meses que Maira olvidaba las cosas. Su mente retroce-
día, acelerada, hacia algún lugar donde ella se escondía. En ese extraño
mundo, el olvido no tenía importancia; ni los recuerdos. Tampoco la alegría
o la tristeza. Aquel universo estaba construido de vacío. Ella andaba, aparen-
temente insensible, por los rincones de su propio universo.
Pero, la familia sufría. La tenían como referente. El esposo había fallecido
varios años atrás, y ella era la matriarca. Verla en ese estado los dejaba como
un día sin sol.
Fue en esas circunstancias que la hija mayor me buscó, con una pregun-
ta: ¿Por qué Dios no la hace descansar? ¿Qué sentido tiene la vida, en ese
estado?
¡Pruebas! Las encontramos todos los días. El versículo de hoy usa la ex-
presión “diversas pruebas”. El enemigo viene por todos los lados: es la pér-
dida del empleo; un divorcio doloroso; el descubrimiento de que el hijo está
en las drogas; la traición del mejor amigo; las injusticias del trabajo, en fi n...
Pero, Santiago dice que debes alegrarte cuando te veas atravesando el
valle de las pruebas. ¿No es demasiado pedir? En el original griego, la palabra
“pruebas”, peirasmos, literalmente signifi ca estado de lucha mental en el que
te ves inclinado a separarte de Dios.
Tal vez, esto lo explique todo. Cuando el enemigo coloca pruebas en tu
camino, su objetivo es separarte de Dios; hacerte creer que es el Señor quien
te envía el dolor. Si en ese momento te vuelves en contra de Dios, el enemigo
ha logrado su objetivo. Pero, si en el instante de la prueba te vuelves hacia
Dios, entiendes que el dolor puede constituir un instrumento de edifi cación.
Todo depende de la perspectiva de la realidad. El presente estado de cosas
no es el fi n; no juzgues las actitudes divinas cuando el trabajo aún no ha sido
terminado. Si tu visión del mundo es materialista, las pruebas son motivo de
tristeza. Si es espiritual, serán motivo de agradecimiento y de gozo. Es en el
fuego que el oro se refi na. ¡Y tú eres oro!
Por eso hoy, a despecho de lo que puedas estar viviendo, levanta las ma-
nos al cielo y agradece. Después, parte confi ado para enfrentar las difi cul-
tades de la vida. Porque, “hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os
halléis en diversas pruebas”.





EN JESÚS

29 de abril

Arraigados y sobreedifi cados en él, y confi rmados en la fe, así como
habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias.
Colosenses 2:7.
J azmín se sentó sobre una enorme piedra, frente al mar, y suspiró. ¿Re-
cuerdos robados de la vida? ¡Sí! Jazmín vivía de ellos; los disfrutaba. Ella
dirigía las escenas en sus sueños. En ese mundo suyo, nadie la hería ni la
rechazaba, ni la hacía sentir inferior. En ese universo que a diario construía,
no había motivos para llorar.
El frío del agua traída por una ola la hizo volver a la realidad. Sacudió sus
pies mojados. Miró a lo lejos, y sonrió. Allí todo era bello. ¿Cómo no creer
en Dios, ante aquel cuadro fascinante que acuarela ninguna podría pintar?
Dentro de ella, sin embargo, no había belleza; solo el resentimiento y la
amargura. Su corazón era un mar turbulento. ¡Contrastes de la vida!
Se quedó un buen rato contemplando el mar. Observó las olas salvajes,
que golpeaban la roca bajo sus pies. Volvió a sonreír: aquellas ondas furiosas
agredían inútilmente a la roca. Ella, señora del mar, parecía mirarlas soca-
rronamente, como si dijese: “¿Se cansaron ya de golpear?”
Jazmín entendió el mensaje. ¿Por qué las actitudes ajenas la herían tanto?
Ella no era roca; era pobre arena del mar. Hoja seca, pluma arrancada, papel
hecho pedazos.
El consejo bíblico de hoy es: “Arraigados y sobreedifi cados en Él”. ¿En
quién? En la Roca de los siglos, que resistió los vendavales de la injusticia
humana, y murió perdonando a los que lo clavaban en la cruz.
En tus horas de dolor y de lágrimas, aparta los ojos de ti; de tus dolores,
de las injusticias que las personas cometen contra ti, y dirígelos a Jesús. Agra-
décele por el dolor y por las circunstancias adversas, y verás que tu cielo se
despeja. Y entenderás que, por detrás de las nubes oscuras, había luna y las
estrellas brillaban en todo su esplendor.
¿Qué cosas no andan bien en tu vida? ¿Qué desafíos te esperan afuera?
¿Qué te hicieron las personas? No temas. Deposita tu confi anza en Jesús, y
parte sin temor, recordando el consejo bíblico: “Arraigados y sobreedifi cados
en él, y confi rmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en
acciones de gracias”.







30 de abril


DADIVOSIDAD

Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por
necesidad, porque Dios ama al dador alegre. 2 Corintios 9:7.
E l amor de Dios para con el ser humano se expresó en el bendito acto de
entregar, donar y sacrifi car. Lo dio todo; nada guardó para sí. Entregó su
propia vida. Si tuviera que volver a hacerlo un millón de veces, no hubiese
dudado en hacerlo. Amaba al ser humano, y nada impediría rescatarlo.
La dadivosidad divina es la expresión de su misericordia; es el lenguaje
de su amor. Dios no escribió su amor por ti con letras doradas, en un papel
perfumado; lo escribió con sangre, en la cruz.
Cada vez que el ser humano da, está refl ejando el amor de Cristo, que
habita en su corazón. No es un deber del cristiano. Es la expresión de la paz
interior; la alegría de saberse feliz. Solo da quien ama; y solo ama el que fue
alcanzado por el amor divino.
El llamado que Pablo hace, en el versículo de hoy, es el llamado a ingresar
en el círculo del amor. El mundo perece por falta de amor. Los hogares ne-
cesitan palabras y expresiones de amor. Hay corazones, cerca de ti, que son
tierra desértica que necesita de una palabra de amor como si fuese una gota
de agua.
Cada uno dé como propuso en su corazón, dice el apóstol. Es necesario
proponerse: proponerse es determinar, tomar la decisión. Crear conciencia
de la necesidad y hacerlo. ¿Por qué? Porque, aunque hayamos conocido el
evangelio, el corazón continúa siendo humano y egoísta.
Es preciso buscar a Dios y pedirle que nos dé un corazón capaz de amar,
y de pensar que los otros también sufren y enfrentan difi cultades, y que no
somos el centro del universo.
Hoy es un día de muchos desafíos para ti. Asume como uno de ellos la
dulce misión de amar y de ser feliz. Por increíble que te parezca, cada vez que
das eres bendecido con el maravilloso sentimiento de saber que aliviaste el
dolor ajeno. ¡Y eso te hace feliz! Pensar en los demás hace un bien que no se
puede comprar con dinero ni se puede recibir en la sala de un psicoanalista.
Enfrenta la lucha de este nuevo día recordando: “Cada uno dé como pro-
puso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al
dador alegre”.

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