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jueves, 17 de febrero de 2011


Matutina- Febrero 2011

Aqui pueden estudiar la Matutina.
Plenitud en Cristo, Ptr. Alejandro Bullon.


* Leslie Daianna.




















15 de febrero




DIOS SE    REVELA


“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra
de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra
noche declara sabiduría”. Salmos 19:1, 2.


D
ios es un Padre de amor, que se interesa por la vida de sus hijos. Él no te
creó y te dejó abandonado a tu triste destino. Desea guiarte, y llevarte al
puerto deseado de la felicidad. El problema es que, en este mundo, hay tantas
voces que te dicen lo mismo y, a veces, tienes difi cultades para identifi car la
voz de Dios. Pero, él siempre está a tu lado, llamándote e invitándote a vivir
una experiencia de amor con él.
El versículo de hoy dice que la naturaleza cuenta la gloria de Dios. Te
habla de muchas maneras: mediante el canto del pajarillo; cuando abre una
fl or; de manera dulce, en la brisa mansa de la tarde calurosa, o de manera
enérgica, en la voz del trueno. Pero, te habla. La pregunta es: ¿entiendes lo
que la naturaleza te comunica? ¿Tienes tiempo para detenerte y observar
lo que sucede a tu alrededor, o vives demasiado ocupado y ansioso con las
cosas de esta vida?
Es una pena que, a veces, el ser humano, al observar la belleza de los as-
tros y de la naturaleza, empieza a adorar las cosas creadas, y no al Creador.
Cuánta gente se pierde en los recovecos del misticismo y de la astrología, en
lugar de volver sus ojos al Dios maravilloso que creó todo aquello. La próxi-
ma vez que veas un arco iris, el vuelo de una mariposa o la salida del sol, trata
de escuchar la voz de Dios.
El Señor desea comunicarse contigo no solo a través de su Palabra, sino
también por medio de la naturaleza. Cuídala, obsérvala, protégela; y trata de
aprender las lecciones que ella te puede proporcionar.
Haz de este un día de observación. Por el camino en que te diriges a tu
trabajo, a tu colegio; en el jardín de tu casa o de la universidad; en la calle;
en fi n. Haz una pausa, observa lo que Dios creó, alza los ojos al cielo, mira
el cielo azul o cubierto de nubes, y pregúntate a ti mismo: “¿Qué lecciones
quiere enseñarme Dios, a través de las cosas simples que la naturaleza me
muestra?”
¡Ah!, y no te olvides: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión
denuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche
a otra noche declara sabiduría”.






¡PERMANECED!



16 de febrero


Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede
llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco
vosotros, si no permanecéis en mí. Juan 15:4.


V
icente cree que es imposible ser cristiano. Se ha esforzado por andar en
los senderos que aprendió desde su niñez pero, por más que lucha, no
alcanza su objetivo. Eso lo deja frustrado y triste. El joven, de porte altivo y
mirada desafi ante, es un vencedor en otras áreas de la vida. A los 28 años, es
presidente de una empresa que surgió en un cuarto de su casa. Hoy tiene,
como sede, un edifi cio entero, de 5 pisos. En la vida profesional, Vicente es
un vencedor.
–¿De qué me vale todo eso si, cuando nadie me ve, soy un pobre esclavo
de mi naturaleza? –se pregunta, angustiado.
Y parece no encontrar la respuesta por ningún lado.
La respuesta a su pregunta está en las palabras de Jesús, registradas en
el texto de hoy. El objetivo que este joven empresario persigue en la vida
espiritual son los frutos: busca victorias, realizaciones; quiere vivir la satis-
facción de una vida espiritual realizada. Es auténtico; rechaza la hipocresía y
la mentira. La doble vida que lleva lo atormenta. No es feliz. Jesús enseña que
los frutos son resultado de algo simple: relacionamiento. “Permaneced en mí
y yo en vosotros”, aconseja. Y concluye: “Sin mí nada podéis hacer”.
Vicente no tiene tiempo para relacionarse con Jesús. El éxito empresarial
es el resultado de su trabajo incansable; se levanta casi de madrugada y se
acuesta bien tarde, después de un día agotador de actividades y de toma de
decisiones.
Él ama a Jesús, y respeta los principios de la iglesia; por lo menos, se
esfuerza por respetarlos aunque, en la intimidad, sabe que es un pobre de-
rrotado. Cree que relacionarse con Jesús es asistir semanalmente a los cultos
y tratar de ser bueno. Pero la vida ya le mostró que eso no da resultado; falta
algo, y todavía no lo ha descubierto.
El relacionamiento, desde el punto de vista bíblico, es pasar tiempo dia-
rio con Jesús, estudiando la Biblia y orando. No existe sustitución para estas
actividades de la vida devocional: si no pasas tiempo diario con Jesús, sim-
plemente no te relacionas con él, a pesar de lo que creas o lo que digas.
Hoy puede ser un día de victoria con Jesús. Pasar tiempo con él, de ma-
ñana, es como llenar el tanque del automóvil con el combustible que lo hará
funcionar a lo largo del día. No salgas corriendo hacia las actividades de la
vida. Recuerda el consejo de Jesús: “Sin mí, nada podéis hacer”.




17 de febrero




¡ACERCAOS!


Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las
manos; y vosotros los de doble ánimo, purifi cad vuestros corazones.
Santiago 4:8.


S
egún el versículo de hoy, el pecado conduce a tres actitudes destructivas.
Primero, separa de Dios; por eso, el consejo es: “Acercaos a Dios”. En se-
gundo lugar, ensucia la vida, lleva a cometer hechos desastrosos y acciones
inmundas; por eso, el consejo es: “Limpiad las manos”. Y, fi nalmente, hace
caer en la hipocresía, en la duplicidad de vida. Exteriormente, el ser humano
es “maravilloso” pero, interiormente, está cayéndose a pedazos y sintiéndose
sucio. Por eso, la advertencia es: “Purifi cad vuestros corazones”.
El corazón es la cuna de los pensamientos y de las intenciones. Todo
comienza allí. Allí, se urden los planes más siniestros. Nacen como pequeños
monstruos inofensivos, y van creciendo y tomando formas grotescas. Des-
pués, el tiempo se encarga de llevar el mensaje a la acción; las manos realizan
lo que el corazón proyecta.
El verbo “limpiar”, en griego, es katarizo, que signifi ca literalmente “ser pu-
rifi cado”. Tiene connotaciones espirituales, y no simplemente morales y físi-
cas. Es lamentable que los seres humanos nos preocupemos solo por lo que se
ve. Los ojos ven la llama; la sociedad ve y condena el desvío moral, por causa
del bienestar público. Pero, a Dios le preocupa la implicación espiritual.
Esta es la razón por la que Santiago exhorta: “Acercaos a Dios”. Volverse a
Dios es la única solución para los desvaríos del corazón humano. En vano, la
criatura intenta soluciones que sustituyan el plan establecido por el Creador.
El verbo “limpiar” es usado en la Biblia, en el noventa por ciento de los casos,
en la voz pasiva, dando a entender que el ser humano no puede purifi carse.
Solo puede acercarse a Dios; herido, inmundo, sangrando, destruido, acaba-
do, putrefacto, como el leproso. Es Dios quien lo limpia, lo purifi ca, lo cura,
lo restaura y lo hace una nueva criatura.
Hoy es el día de buenas nuevas; hoy es el día de salvación. Si, por esas co-
sas de la vida, has sido manchado por la lepra del pecado; si tus manos están
sucias y tu corazón no soporta más vivir la hipocresía de una doble vida. Si
deseas ser auténtico y plenamente feliz, acércate a Jesús hoy, antes de partir a
las actividades del día.
Presta oídos al consejo de Santiago: “Acercaos a Dios, y él se acercará a
vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, puri-
fi cad vuestros corazones”.






DIOS OIRÁ

18 de febrero


Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá
cuando yo a él clamare. Salmo 4:3.


E
l mar, aquella tarde, parecía un potro herido por mil espuelas. Las olas
rompían enloquecidas, con sonido de tragedia y sabor de muerte. Y era
justamente la muerte que se acercaba a Lidia, amenazadora e inminente. La
joven rubia, de pequitas en el rostro, sentía que sus fuerzas habían llegado al
límite. Extenuada, agotada y desesperada, veía aproximarse el fi n de su corta
existencia. Nacida en un hogar ateo, sentía que, en su vida, no había cabida
para las cosas del espíritu. No obstante, aquella tarde gris, sin gaviotas, ni
sol ni alegría; aquella lúgubre tarde, al sentir que nada más podía hacer para
salvarse, elevó los ojos al cielo y clamó: “¡Señor, sálvame!”
La respuesta no demoró. Se desmayó, y perdió consciencia de las cosas.
Pero, cuando despertó, percibió que estaba viva: un pescador, que retornaba
a casa por causa de la tormenta, la había visto y la había rescatado.
Lidia es hoy una enfermera cristiana, que dedica su vida a Dios y a la
humanidad, en un país africano. Ella conoce de manera práctica lo que el
versículo de hoy quiere expresar: “Dios ha escogido al piadoso para sí”.
Dios tiene un plan maravilloso para ti. A veces, por esas cosas de la vida,
pierdes el rumbo de tus ideales y empiezas a correr tras valores pasajeros, ol-
vidando el sueño de Dios para tu vida. Y las propias circunstancias adversas
del camino que escogiste son el instrumento de Dios para traerte de regreso
a la realidad de tus ideales.
Dios te ha escogido. Nada ni nadie será capaz de destruir el sueño divino
para ti. Por eso, siempre estará dispuesto a oírte y a extenderte la mano, cada
vez que lo necesites y lo busques.
Las preguntas de hoy son: ¿Hacia dónde te diriges? ¿Qué estás haciendo
con tu vida? ¿Estás zozobrando en las turbulentas y destructoras aguas del
vicio? ¡Clama a Dios! Él oirá tu grito, correrá en tu dirección, te extenderá la
mano y hará nacer un nuevo día para ti.
Nada está perdido para los que creen en Dios. Nunca es tarde para los
que reconocen que no tienen fuerzas, y vuelven los ojos a él, en busca de
ayuda. Por eso hoy, antes de salir a encarar los afanes de un nuevo día, re-
cuerda que: “Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a
él clamare”.







19 de febrero


SEGURIDAD

En quien tenemos seguridad y acceso con confi anza por medio de la fe
en él. Efesios 3:12.


¿A
lguna vez has pasado por la dolorosa experiencia de ser rechazado? O,
peor aún, ¿entraste en algún lugar sin haber sido invitado, y tuviste
miedo de ser descubierto y expulsado?
La seguridad es una de las necesidades básicas del ser humano. El niño
necesita sentirse seguro, para tener un desarrollo equilibrado. La vida sin
seguridad es una permanente sensación de ausencia. Ausencia de alegría, de
plenitud, de realización. Ausencia de la propia vida.
Te sientes ajeno, extranjero, peregrino. Nada te pertenece ni perteneces
a nadie. Eres, sin ser. Existes sin vivir. Te perturba la pregunta inconsciente:
“¿Para qué estoy en este mundo? ¿Qué hago aquí? ¿De dónde vengo y adón-
de voy?”
El versículo de hoy trae una de las más bellas promesas de seguridad.
Pablo, escribiendo a los efesios, les promete seguridad y acceso. Les asegura
que ya no es necesario andar por la vida sintiendo que no tienen derecho a
nada. Acceso. ¿Entiendes? Puedes entrar; las puertas están abiertas para ti.
¡Tienes derecho! Nadie te va a preguntar: “¿Por qué estás aquí?”
A pesar de que la promesa divina que Pablo presenta se refi ere a la segu-
ridad y el acceso a la vida eterna, es válida también en cuanto a los desafíos
que esta vida te presenta. Para vencer, necesitas de un corazón seguro, y no
hay seguridad interior si Jesús no está presente. Una de las cosas maravi-
llosas que Jesús hace es colocar en orden tu mundo interior: limpia lo que
tiene que ser limpiado; arregla lo que tiene que ser compuesto; quita lo que
tiene que ser retirado. En fi n, instala paz en tu corazón; retira de tu vida la
permanente sensación de culpa, que te paraliza e imposibilita de alcanzar la
victoria en cualquier área de la vida.
  Inútilmente, el ser humano trata de armonizar su mundo interior,
echando mano de los recursos de disciplinas existencialistas. Eso que la nue-
va era llama “armonía interior” no es otra cosa sino la paz que Jesús promete
a quienes reconocen su insufi ciencia y lo buscan. En Jesús, y solo en Jesús,
desaparecen los miedos y los temores. En él no hay más lugar para la in-
seguridad. En Jesús, tenemos acceso. Por eso, hoy, recibe inspiración para
una nueva jornada, pensando en las palabras de Pablo: “En quien tenemos
seguridad y acceso con confi anza por medio de la fe en él”.







SUFRIMIENTOS


20 de febrero


Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas, si
haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado
delante de Dios. 1 Pedro 2:20.


A
quel día amaneció triste; más triste que cualquier otro. La densa neblina
que envolvía la ciudad parecía el presagio de algo funesto. Por lo menos,
a Susana le daba la impresión de que aquel día marcaría su vida para siempre.
El reloj de pared indicaba las tres de la tarde en la escuela donde ella tra-
bajaba. Repentinamente se oyó un rumor lejano, como el lamento triste de
muchas voces. A medida que los segundos transcurrían y las cosas empezaban
a ser sacudidas, Susana percibió que se trataba de un terremoto.
Lo primero que la joven maestra hizo, instintivamente, fue correr en direc-
ción de los niños, como la gallina busca a sus polluelos para protegerlos. Fue
inútil. Los niños, desesperados, no obedecían la voz de la maestra, y corrían
como cabritos enloquecidos, de un lado al otro. Los segundos parecían una
eternidad, y la tierra temblaba como un gigante herido. Cuando el peligro
pasó, solo restó un coro de gritos de dolor y un escenario fúnebre de sangre,
cuerpos heridos, y muerte...
Conocí a Susana años después del terremoto. Todavía cargaba en su in-
consciente el peso de la culpa; como si ella hubiese sido la causante de aquella
tragedia.
–Hice todo lo que pude, pero no logré protegerlos –me dijo, refi riéndose a
los seis niños muertos en aquella ocasión.
Y después, con los ojos anegados, me preguntó:
–¿Por qué es necesario sufrir en este mundo?
Tal vez, el versículo de hoy sea tu respuesta, Susana. El dolor es una rea-
lidad del mundo de pecado en el que vivimos. Puede ser grotesco, irracional
e injusto, pero es el pan de nuestro día a día. Sufren los justos, y también los
injustos. La diferencia es que el sufrimiento de los justos es gloria. Te purifi ca,
te pule, te limpia; trabaja el bello diamante que se esconde en ti.
Ya el dolor de los injustos no tiene sentido. Es como la herida purulenta,
que va destruyendo lenta, imperceptible, pero completamente.
El cristianismo no te protege del dolor; da una nueva orientación a tu su-
frimiento. Te hace grande, te ennoblece y te prepara para conquistas más gran-
des. Solo ten la seguridad de que en el momento del dolor estés en los brazos
de Jesús. Pues, “¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas,
si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delan-
te de Dios”.




21 de febrero



TRANSFORMACIÓN


Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en
la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. 2 Corintios 3:18.



M
irar a Jesús todos los días, como en un espejo. Ese es el secreto de la
transformación. El apóstol Juan es el mejor ejemplo de esa metamor-
fosis espiritual. Llegó un día a Jesús, cargando una personalidad deformada
por el pecado. El pecado deforma las cosas bellas que Dios creó. Al salir de
las manos del Creador, Adán y Eva eran semejantes a Dios en su carácter.
Pero, el pecado deterioró en ellos esa imagen. Así, cuando Juan se aproximó
a Jesús, traía la deformación del pecado; un temperamento explosivo, egoís-
ta y orgulloso. Su apodo era “El hijo del trueno”. ¿Te imaginas cómo era el
carácter de este hombre, para que llevase ese apodo?
Gracias a Dios que lo que realmente importa, en la vida, no es lo que
eres, sino lo que llegarás a ser, transformado por el poder divino. Juan buscó
a Jesús de todo corazón; lo buscó en todos los momentos: lo observaba, lo
contemplaba, lo miraba y lo admiraba. Se quedaba a su lado tanto en mo-
mentos de paz como de confl icto; en las horas buenas y en las horas malas.
El resultado fue que, cuando Juan llegó a la ancianidad y estaba solo en la isla
de Patmos, su apodo ya no era más “El hijo del trueno” sino “El discípulo del
amor.”
¿En qué momento cambió la vida de Juan? Nadie podría decirlo. La trans-
formación que el Espíritu Santo opera en el ser humano es lenta, progresiva,
e inadvertida por la propia persona. Los demás lo ven; quienes están en tu
entorno lo perciben. Tú no; tú te sientes cada vez más indigno e insufi ciente.
Mirar a Jesús no es algo romántico; no necesitas quedarte absorto, con-
templando el retrato de Jesús. Mirar a Jesús signifi ca buscarlo todos los días,
mediante el estudio de la Biblia, de la oración y de la meditación.
Si haces eso, el carácter de Jesucristo irá reproduciéndose lentamente en
tu vida, y serás cada día más semejante a él. Por eso hoy, antes de salir a en-
frentar las luchas de un nuevo día, lleva a Jesús tus cargas. Llévale la montaña
de promesas que no cumpliste; tus decisiones de arena; tus determinaciones
humanas, y dile: “Señor, yo solo no puedo; necesito desesperadamente de ti.
Ven y habita en mí”. Porque “mirando a cara descubierta como en un espejo
la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma
imagen, como por el Espíritu del Señor”.







DIOS NO FALLA


22 de febrero


En ti confi arán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová,
no desamparaste a los que te buscaron. Salmo 9:10.


L
a voz de Douglas sonaba a tragedia cuando me llamó. El reloj indicaba
exactamente 9:50, hora del este. Para él, sin embargo, ya era de noche. El
“fi nal de los tiempos” ya había llegado. Los ahorros de toda su vida estaban
aplicados en la bolsa de valores, y de repente todo se desmoronaba delante de
sus ojos, sin que pudiese hacer nada para salvar su patrimonio.
Por eso llamó. Se acordó de Dios, y quería que yo lo ayudase a orar, para
ver si podía salvar algo en medio de todo aquel terremoto fi nanciero.
En Nueva York, las bolsas parecían enloquecidas, como un automóvil sin
dirección, precipicio abajo; en Europa, el caos no era menor. Rusia y Brasil
tuvieron que cerrar la puja de la bolsa, después de una caída brutal del quince
por ciento, para intentar calmar los ánimos.
En Portland, donde yo estaba, el tránsito, en medio del día sombrío, se
me antojaba el desfi le fúnebre de muchas carrozas, al ritmo insistente de una
llovizna gris y sin vida.
Estados Unidos vivía uno de los peores momentos de su historia. Se perdía
la confi anza en el sistema fi nanciero; el país del sueño americano parecía un
gigante herido, tambaleante, que trataba de descubrir qué era lo que sucedía. El
fantasma de la recesión avanzaba, implacable. Familias de clase media devolvían
sus casas, porque no estaban en condiciones de pagarlas. Todos, de una forma u
otra, se veían amenazados por un futuro sombrío e incierto, a corto plazo.
En medio de toda la turbulencia, qué bueno es escuchar la voz de Dios,
que promete: “En ti confi arán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh
Jehová, no desamparaste a los que te buscaron”.
Confi ar en el Señor es el secreto para salir victorioso en todos los embates
de la vida. Tal vez, el consejo te parezca muy simple. ¿De qué sirve confi ar en
Dios, cuando todos los ahorros de tu vida se están haciendo humo? La caída
de la bolsa ¿va a detenerse solo porque confías en Dios? No. Tal vez no; segu-
ramente no.
Pero, los que confían en el Señor no desesperan; no enloquecen ni piensan
que la única salida es la muerte. Quienes conocen a Dios saben que el Señor
puede levantar a sus hijos de las cenizas, como lo hizo con Job.
Deposita toda tu confi anza en Dios. Conócelo. Cree en él. Dios jamás
desampara a aquellos que lo buscan. Y recuerda: “En ti confi arán los que
conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te
buscaron”.




23 de febrero


EL FIN DEL DOLOR

Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mor-
tal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra
que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. 1 Corintios 15:54.



L
a esperanza del cristiano no se limita a la resurrección, sino también se
proyecta hacia la eternidad; una vida eterna sin los problemas de este
mundo. San Pablo dice que, cuando resucitemos, “esto mortal será vestido
de inmortalidad y esto corruptible será vestido de incorruptibilidad”.
¿Sabes lo que eso signifi ca? Resucitaremos con una naturaleza transfor-
mada. Las tendencias pecaminosas habrán llegado a su término. No existirá
más la lucha interior que te lleva a la desesperación de querer servir a Dios
y no poder. Creo que, de todas las bendiciones de la vida eterna, esta es la
más signifi cativa. Volveremos a tener la naturaleza de Adán antes de la caída.
Nahum declara que el pecado no se levantará por segunda vez.
Claro que también habrá una transformación física. El cojo saltará, el
ciego verá y el mudo hablará. El que murió consumido por el cáncer resuci-
tará completamente curado y con un organismo sin ningún tipo de moles-
tias. Pero, para que todo esto sea una realidad, es necesario que Jesús vuelva.
Nuestra esperanza está centrada en Jesús y en su retorno triunfante a este
mundo; ese será el punto fi nal dado a la historia del pecado. La salvación y
todo lo que Jesús hizo en la cruz del Calvario no tendría mucho sentido sin
la Segunda Venida. ¿Cuál sería el mérito de la salvación? ¿Viviríamos salvos,
por la eternidad, en este mundo de dolor, de pecado y de muerte? ¿Conti-
nuaríamos enterrando a nuestros seres queridos, arrancados por la muerte?
¿Continuaría la explotación, la miseria y la traición del ser humano? ¡No!
Jesús viene para decir: ¡Basta!
¡Llegó la hora de volver a casa! Y ese día está llegando. La concreción fi nal
de nuestra esperanza; el sueño hecho realidad. Hoy aceptamos todo eso por
la fe, pero pronto, más pronto de lo que piensas, la trompeta sonará y nadie
más te hará llorar, nadie más te hará sentir inferior; no más desempleo, ni
frustraciones, no más dolor ni lágrimas.
Yo quiero prepararme para ese día. ¿Lo quieres tú, también? Despierta
a un nuevo día, pero recuerda que pronto, muy pronto, cuando “esto co-
rruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de
inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la
muerte en victoria”.







DIOS TE LIBRARÁ

24 de febrero


Porque él librará al menesteroso que clamare, y al afl igido que no
tuviere quien le socorra. Salmo 72:12.



E
stoy en la esquina de las calles Siete de septiembre y Ouvidor, en el cen-
tro de Río de Janeiro, Rep. del Brasil. Hay mucha gente. Gente de todos
colores, formas y tamaños. Estudiantes con cuadernos y libros en la mano;
gente apresurada que corre al trabajo; gente que anda, vendedores ambu-
lantes; compradores y personas que simplemente pasean. Unos tristes, otros
alegres. Serios, sonrientes, amargados... en fi n. Gente de todos los tipos y
todas las razas.
En la misma esquina, sentado en el suelo, hay un mendigo, que levanta la
mano pidiendo auxilio. Nadie lo mira; las personas están demasiado preocu-
padas con sus propios problemas para tomarse el trabajo de siquiera mirar a
alguien que extiende la mano.
Es la escena de todos los días y todos los lugares. Gente necesitada de un
lado; personas indiferentes del otro. ¿Qué hacer? “La vida es así”, parecen
pensar las personas. “Es el pan cotidiano de los mortales”. “Nadie puede ha-
cer nada por nadie”. Y cada uno prosigue el ritmo de su vida huyendo de la
pobreza; ajeno a la indigencia de los demás.
Hay momentos, en la vida, en los cuales literalmente no tienes adónde ir.
Necesitas de ayuda; sientes que tu embarcación se está hundiendo. Las tinie-
blas de la desesperación rodean tu vida, y el miedo te paraliza. Menesteroso
y afl igido, no sabes a quién pedir socorro.
En el mundo, hay personas que no ayudan porque no quieren; otras no
ayudan porque no pueden. Pero, el versículo de hoy habla de un Dios que
puede y quiere ayudarte; un Dios que se preocupa por tus necesidades físi-
cas y emocionales. La palabra menesteroso, ebyoun en hebreo, se refi ere a
alguien que necesita de ayuda material, pero la palabra afl igido, anyi, está
relacionada con las carencias del espíritu y de las emociones.
Pobre no es solo el que no tiene qué comer, sino también el que tiene de-
masiado para comer, pero que llora el vacío del alma. Lo maravilloso es que
Dios se preocupa por ambos. ¡Clama a él! ¡Suplica su ayuda! Él está siempre
listo para extender la mano a aquellos que buscan su auxilio. Él conoce tus
necesidades mejor que nadie; sabe de tus dolores y tristezas; la soledad de tu
alma; las angustias de tu corazón.
Ni un gorrión muere, ni un cabello cae, sin que Dios lo sepa. ¿Por qué no
correría en tu auxilio? Por eso hoy, a pesar de las circunstancias difíciles que
puedas enfrentar, recuerda la promesa divina: “Porque él librará al meneste-
roso que clamare, y al afl igido que no tuviere quién le socorra”.




25 de febrero


DIOS SABE

No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de
qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. Mateo 6:8.


S
i Dios conoce tus necesidades antes de que le pidas cualquier cosa, ¿por
qué necesitas orar? Muchos piensan que la oración tiene, como propósi-
to, informar a Dios acerca de la situación difícil por la que están atravesando;
pero, no es así. El propósito principal de la oración es la comunicación con
Dios.
¿Imaginaste cómo sería la vida si las personas se aproximasen unas a las
otras solo para pedirse cosas? Sería un acercamiento egoísta y sin signifi cado.
Las personas conversan por el simple placer de conversar; para cultivar el
compañerismo, la amistad, y para conocerse mejor.
La oración no es otra cosa que conversar con Dios. ¿Sobre qué? ¡Sobre
todo! Orar es abrir el corazón a Dios como a un amigo. ¿De qué conversan
los amigos? De todo: deportes, noviazgo, cocina, trabajo, automóvil, fi nan-
zas; y, a veces, de cosas insignifi cantes e irrelevantes, solo para pasar tiempo
con el amigo.
¿Es Jesús, para ti, el mejor amigo? Entonces, ábrele tu corazón. Pasa tiem-
po con él, a solas. Sepárate de las multitudes y, en tu habitación, exprésale a
tu mejor Amigo todo lo que estás sintiendo: tus tristezas, dolores, alegrías,
sueños y frustraciones.
Al hacer eso, no le estás informando de nada; Jesús ya sabe lo que te
está sucediendo. Pero, cuando tú se lo cuentas, algo extraordinario sucede
dentro de ti. Al levantarte de tus rodillas, percibes las difi cultades desde una
perspectiva diferente. El temor, las dudas y la desconfi anza desaparecen, y te
sientes con valor para enfrentar los embates de la vida.
En vez de rumiar tus tristezas y preocupaciones, en soledad, dando lugar
a la ansiedad, cuéntale a Jesús lo que te está perturbando. El versículo de hoy
aconseja: “No hagáis como ellos” ¿Quiénes son ellos? Quienes no conocen a
Jesús. Los que tratan de resolver sus problemas solos, creyendo que la fuerza
de voluntad o la disciplina mental son sufi cientes para salir de las difi cultades.
Hoy es un nuevo día; ayer ya se fue. Pudo haber sido un ayer lleno de
momentos tristes, pero ya es pasado. Abre las ventanas de tu corazón a los
nuevos desafíos que la vida te presente. Nada está perdido cuando estás con
Jesús. Pero, no salgas sin recordar el consejo del maestro: “No os hagáis, pues,
semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad,
antes que vosotros le pidáis”.






TODO    VIENE DE ÉL

26 de febrero


Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer,
por su buena voluntad. Filipenses 2:13.


L
a noche avanza, y avanzan también sus pesadillas. Braulio no duerme.
Fantasmas imaginarios invaden su noche solitaria, y la transforman en
preámbulo de muerte. Siempre es así, desde los quince años, cuando empezó
a usar cocaína. Ya pasaron siete largos años; tiempo de dolor, de promesas
incumplidas, de lágrimas y de abandono.
Braulio sufre más al percibir el sufrimiento de sus padres; los ama, aunque
ellos no lo crean. Daría la vida por verlos felices y orgullosos del hijo primogé-
nito, pero no tiene voluntad. El vicio se ha apoderado completamente de él.
Pero, esta noche es diferente. El hombre que diserta en la televisión habla
de esperanza, de restauración, de una nueva vida. Cuenta historias de vidas
destruidas por los vicios, y de la manera maravillosa en que Dios restauró esas
vidas. Y Braulio quiere creer, pero no puede. Ya creyó en tanta cosa, y nada dio
resultado. Tiene miedo de seguir frustrándose, y engañando a sus padres; por
eso decide cambiar de canal. Entonces sucede algo imprevisto: las cámaras cie-
rran en el plano del rostro de la persona que habla en la televisión y, sin querer,
el joven drogadicto se encuentra cara a cara conmigo, y oye mi voz:
–No eres tú; es Dios quien lo hará. Tus promesas son promesas de arena;
tú no tienes fuerza de voluntad. Lo que estás sintiendo en este momento ya es
el trabajo del Espíritu Santo, en tu corazón. Deja que Dios termine lo que está
comenzando a hacer.
Y Braulio cree. Acepta el milagro divino, y continúa viendo el programa.
Cuando termino de hacer el llamado, el muchacho se arrodilla delante de la
televisión, y llora. “Señor”, dice, “yo no tengo fuerzas; no soy nadie, no puedo
ni quiero. Pero, si el querer y el hacer son tuyos, entonces opera el milagro en
mi vida y libérame de este vicio”.
Conocí a Braulio años después. Un día, mientras esperaba mi vuelo en el
aeropuerto de Dallas, un joven elegante, maletín de ejecutivo en la mano, se
aproximó a mí y me preguntó:
–¿Es usted el pastor Bullón?
Al oír mi respuesta, me abrazó con emoción, y me dijo:
–No sabe cómo agradezco a Dios porque aquella noche triste, de mi triste
vida, él lo usó a usted como instrumento para traer esperanza a mi corazón.
Por eso, sin importar cuál sea la lucha que tú enfrentas, comienza este día
seguro de que “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer,
por su buena voluntad”.




27 de febrero


¡SALVARÁ!

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a
su pueblo de sus pecados. Mateo 1:21.


J
acinta no lo pensó dos veces para aceptar la propuesta de atravesar la fron-
tera y partir en busca del sueño americano. Sabía de los peligros que la
aguardaban, pero su indómita naturaleza de mujer sufrida le decía que no
hay recompensa sin dolor. Y partió. Fueron días terribles de hambre, sed,
cansancio, miedo, terror... y abuso. Los primeros días, acompañó el ritmo
de los hombres, en las largas caminatas nocturnas a través del desierto. Des-
pués, fue perdiendo las fuerzas, y en una oportunidad quedó retrasada. Un
“coyote” aprovechó la oportunidad y abusó de ella.
Con la autoestima por los suelos y la dignidad como papel estrujado,
Jacinta llegó a pensar que no había valido la pena aventurarse. Fue violada
cuatro veces, y después abandonada en el desierto. Los “coyotes” pensaban
que la joven no sobreviviría al calor infernal del desierto. Pero se engañaron.
Un día, cuando ella misma pensaba que la muerte se aproximaba inexo-
rablemente, un extraño la encontró y la salvó. Las autoridades los encontra-
ron, y ambos fueron presos y deportados. Aquel hombre que la salvó podría
haber seguido su camino solo, y habría alcanzado su objetivo, pero decidió
ayudar a Jacinta. El precio de su nobleza fue la prisión. Jacinta vivió para
contar la historia.
El versículo de hoy afi rma que la misión de Jesús era salvar. Nos encontró
un día, muriendo en el desierto de esta vida, sin ideales y sin sueños; a veces,
sin dignidad ni respeto propio. Podría haber seguido su camino, pasado de
largo; pero se detuvo. Lo dejó todo allá, en el cielo, y aceptó pagar el precio
de nuestra redención. Éramos esclavos; todos estábamos condenados a mo-
rir, puesto que la paga que da el pecado es la muerte. Pero, el Señor Jesús te
amó tanto que aceptó morir en tu lugar.
Jamás podremos entender un amor como ese. Que alguien muera por un
justo, dice Pablo, es razonable; pero, Jesús mostró su amor por nosotros en el
hecho de que, siendo pecadores, él aceptó morir en nuestro lugar.
Jacinta y el desconocido que la salvó hoy son esposos, y tienen tres hijos.
Un año después del triste incidente, volvieron juntos a los Estados Unidos, y
hoy se alegran en la belleza del evangelio.
Jesús también desposó a su iglesia después de haberla encontrado aban-
donada y haberla salvado. Por eso, hoy, vale recordar que “dará a luz un hijo, y
llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.






EL CAMINO

28 de febrero


Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al
Padre, sino por mí. Juan 14:6.

L
es acababa de hablar de mansiones celestiales, sin dolor y sin tristeza;
un mundo perfecto de eterna felicidad. Les acababa de decir que estaría

preparando esas mansiones y que vendría a llevarlos.
La promesa era demasiado bonita para ser verdad. Especialmente, cuan-
do se vive en un mundo en que todos los días enfrentas las acritudes de la
vida y de la muerte. Entonces Tomás, el discípulo al que le gustaba tener
pruebas de todo lo que se le decía, preguntó: “Señor, no sabemos cómo lle-
gar allá. Por favor, muéstranos el camino”. Fue en estas circunstancias que el
Maestro les respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Es triste querer llegar a algún lugar sin conocer el camino; pierdes tiem-
po y esfuerzo. Te frustras, te desengañas, y hasta llegas a pensar que te han
mentido. Entonces, abandonas tus sueños y esperanzas, y caes en el terreno
del cinismo. El cínico fi nge que vive, aunque no vive; hace de cuenta que
ama, pero odia; parece que sonríe y, sin embargo, llora. Y no se incomoda
con lo que los otros o él mismo piensen; pierde la sensibilidad.
–¿Para qué seguir luchando? –me preguntaba el otro día una persona–.
Me he esforzado por ser feliz, y nada he logrado. ¿Vale la pena intentar de
nuevo, en un mundo lleno de injusticias?
¡Vale, sí! El secreto es encontrar el sendero, en medio de tantos caminos
engañosos, seductores y atractivos. Caminos que te prometen luces y fuegos
de artifi cio, fama, poder y placer, pero te llevan al pozo de la angustia, a las
cuevas tenebrosas de la culpabilidad y del cinismo.
En medio de todo eso, suena la mansa voz de Jesús, que declara: “Yo soy
el camino”. ¿Es este mismo “Yo Soy” que se le presentó a Moisés, en las arenas
del desierto? Sí, es este el mismo Dios eterno que le da sentido a una vida es-
condida en la montaña de los errores humanos. Es el mismo Dios que quita
a Moisés de entre las ovejas, y lo lleva a conducir un pueblo rumbo a la tierra
de sus sueños.
¡Jesús es el Camino! ¡Búscalo hoy, en humildad! ¡Sométete a él! Síguelo
por dondequiera que vaya, y tu existencia cobrará el brillo de las vidas vic-
toriosas. Amanecerá un nuevo día, y no tendrás miedo de vivirlo. Marcharás
en la fuerza del que te llamó para escribir una página en la historia de los
vencedores. Por eso, hoy, no te atrevas a enfrentar las luchas que el día te trae
sin recordar las palabras de Jesús: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí”.
 
 
 
 

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